Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17)
Un cristiano visitaba una residencia de ancianos, y comenzó a hablar con uno de ellos, diciéndole: «Hace algunos años trabajé como voluntario en una de estas casas, y sé hasta qué punto la vida aquí puede ser monótona». Aquel anciano estaba sentado en su habitación, frente a su computadora, ubicada en un pequeño escritorio. Y le respondió: «Pues no, la vida aquí no es para nada aburrida». Luego abrió un armario donde guardaba algunas pinturas al óleo y todo su material. Lo escuché, muy interesado, al ver cuán feliz era mostrándome sus obras de arte.
—Y mire allí —le dijo mostrándole una caja llena de CD.
—Todo esto son meditaciones bíblicas que copio y que regalo. Evidentemente, esta ocupación le daba mucho gozo a aquel hombre. Cuando nos despedimos, me miró sonriendo y me dijo una frase que no olvidaré: —Fue aquí, en esta casa, donde conocí a Jesús.
Con el tiempo me enteré de que aquel anciano había llegado a dicho hogar siendo minusválido, sin esperanza para el futuro. Sin embargo, fue allí donde conoció al Señor Jesucristo y su amor por él, demostrado en la cruz. El anciano había recibido al Señor como su Salvador; ahora Dios animaba su existencia, y él lo amaba, puesto que oraba y lo alababa continuamente. El gozo apacible que iluminaba su rostro era la prueba evidente de que su vida había sido completamente renovada por la fe en Cristo.
Puede que una edad avanzada nos haga pensar en que Dios no puede usarnos, no obstante, hay bastantes ejemplos bíblicos que nos muestran que para Dios es lo mismo usar a un niño, que usar a un anciano. Ahí tenemos el ejemplo de Samuel, de David, de Daniel, o el de Abraham o Moisés. Sencillamente, deberíamos comenzar a creerle más a Dios que a lo que nos dice la sociedad o nuestra edad.
¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:28–31)
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