top of page

La disciplina, una tarea compartida

  • 17 abr
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/njukrFIDCGs


Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (Gálatas 6:1)


La disciplina en la iglesia es un tema que a menudo se malinterpreta o se deja de lado por temor a ofender, pero Jesucristo mismo la estableció como parte vital del cuidado y la edificación de su Iglesia. A menudo pensamos que solo los líderes —pastores, ancianos o sobreveedores— tienen responsabilidad en esto, pero la Palabra de Dios deja claro que todos los miembros del cuerpo tienen un rol en la santidad y el amor dentro de la iglesia local.


En Mateo 18, el Señor Jesús enseña que si tu hermano peca contra ti, debes ir tú y reprenderle a solas. Es decir, no se trata de esperar a que un líder se entere o actúe. La primera línea de cuidado espiritual somos nosotros, los creyentes comunes, quienes debemos actuar con amor y verdad cuando vemos a un hermano caer.


La disciplina bíblica no es castigo, sino restauración. En Gálatas 6, Pablo llama a “los que son espirituales” a restaurar al caído con mansedumbre. No se necesita un título para ser espiritual, sino una vida rendida al Espíritu Santo. El creyente maduro —aunque no tenga un cargo de liderazgo— tiene el deber de intervenir cuando otro está en peligro espiritual. Es un acto de amor, no de juicio.


En 1 Corintios 5, Pablo reprende a la iglesia entera por tolerar el pecado grave sin actuar. No amonesta solo a los líderes, sino a la iglesia en su totalidad. El mensaje es claro: una iglesia que no corrige el pecado lo termina permitiendo. El llamado es colectivo a velar por la pureza del cuerpo de Cristo.


También es importante destacar la actitud correcta: “con espíritu de mansedumbre” y considerando que todos somos vulnerables. La disciplina no es para humillar, sino para levantar. No es para excluir rápidamente, sino para buscar con paciencia el arrepentimiento. Entonces, nuestro rol no es mirar hacia otro lado, sino amar lo suficiente como para hablar con verdad, orar con fervor y actuar con humildad.

Comments


bottom of page