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  • Foto del escritorAlexis Sazo

La cura para la avaricia



Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3:2–3)


Un hombre que vivía con una tía de avanzada edad esperaba a que esta muriese para heredar una pequeña fortuna. Sin embargo, aquel hombre no esperó a que su tía muriera de causa naturales. El periódico informó que la mató con una sobredosis de medicamentos; y ahora él se hallaba en la cárcel.


En 1 Reyes 21 leemos acerca del rey Acab, el cual, a pesar de ser rico y poseer muchas tierras, deseaba una viña que estaba junto a su palacio y que era de un hombre llamado Nabot. Acab quiso hacerse con la viña de Nabot, pero este no lo permitió. Tanto era el deseo de poseer aquella porción de tierra que permitió que su esposa (Jezabel) matase a Nabot para quedarse con las tierras. Dios se enojó con Acab y le envió al profeta Elías a decirle: «En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre» (1 Reyes 21:19). Y no solo eso, sino que su esposa y todo descendiente varón sería asesinado. La aterradora profecía se cumplió tres años después (2 Reyes 9:4–10:11).


Debemos temer al pecado de la avaricia porque lleva a las personas a cometer actos horribles. Pero por sobre todas las cosas, todos aquellos que somos creyentes debemos aborrecer este pecado porque es idolatría:


Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría [énfasis añadido] (Colosenses 3:5)


Las buenas nuevas son que podemos escapar de las garras de la avaricia. ¿Cómo hacemos esto? Lo primero es hacer lo que dicen los versículos del encabezado: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra»; recordando que el Señor nos mandó a hacer tesoros en los cielos y no en la tierra (Mateo 6:19–21).


Otra forma de combatir este pecado tan terrible es obedeciendo lo que dice su Palabra: «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora [énfasis añadido]» (Hebreos 13:5). Aprender a contentarnos con lo que tenemos ahora es el secreto del éxito. Además tenemos que pensar que el dueño de todo lo creado (Deuteronomio 10:14), no tuvo dónde recostar su cabeza (Lucas 9:58), mientras que muchos de nosotros tenemos camas y almohadas donde recostarnos, es decir, tenemos más de lo que tuvo el Señor mientras estuvo en el mundo. Pensar en Cristo y en todo lo que nos ha dado es la cura para la avaricia.


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