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La crítica



El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. (Proverbios 15:5)


Un hermano escribió lo siguiente: «Hace muchos años, leí un artículo interesante sobre el Dr. Robert Good, quien se dedica a investigar el cáncer. Lo describieron como una persona muy enérgica, con una enorme capacidad para nuevas ideas y la habilidad de usar todo tipo de información que le venga a mano. Sin embargo, lo que más me impresionó fue una afirmación que decía que estaba dispuesto a reconocer los errores de sus teorías y a abandonarlas más rápidamente que cualquier otra persona en el campo de la investigación médica. Un compañero suyo, dijo: “El doctor Good nunca se casa con sus hipótesis, por lo que no tiene que pesar por los dolores del divorcio cuando se demuestra que una de ellas está equivocada”».


En Proverbios 9 encontramos que Dios valora mucho la disposición a ver el error de uno y admitirlo, considera esto como muestra de sabiduría. Vemos en el versículo 9 que describe a un hombre sabio como aquel que desea aprender de sus errores. Y cuando lo desafían, resiste la urgencia de defenderse como un gato amenazado. Más bien, la corrección se convierte en su amiga fiel y en un medio necesario para mejorar, pues dice:


No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber. (Proverbios 9:8–9)


En estos versículos vemos a la otra cara de la moneda, me refiero al que es escarnecedor, el cual reacciona mal al ser reprendido, actuando con ira y enojo, ¿por qué? Porque su ego superinflado no escucha cuando se le dice que se ha equivocado.


Por lo tanto, hermanos, necesitamos seguir siempre el camino de la sabiduría y escuchar las palabras de la reprensión. Si nos falta sabiduría, podemos pedírsela a Dios, el cual nos la dará sin reproches (Santiago 1:5). Así que, si queremos ser verdaderamente sabios, entonces, debemos recordar de que a veces nosotros también hemos actuado (y quizás aún lo hacemos) como necios. Y que solo Dios puede obrar en nosotros para cambiar nuestros corazones.


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