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La Codicia y el Egoísmo: Enemigos del corazón del cristiano



Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:10)


Ayer hablaba sobre el peligro de la codicia, y cómo esta nos roba el gozo. Pero la codicia no siempre camina sola, sino que «anda del brazo» con el egoísmo. 


Comencemos hablando de la codicia. Esta se manifiesta cuando deseamos insaciablemente más de lo que tenemos, ya sea dinero, posesiones materiales o incluso poder. Este deseo desmesurado nos aleja de Dios y de su propósito para nuestras vidas. La Biblia nos enseña que la codicia es una raíz de muchos males (1 Timoteo 6:10). Y cuando permitimos que la codicia eche raíces en nuestro corazón, estamos sembrando semillas de insatisfacción, envidia y desconfianza. La codicia nos hace creer que nunca tenemos suficiente y que necesitamos más para ser verdaderamente felices o exitosos. Este enfoque materialista y mundano nos desvía del camino de la fe y del contentamiento que Dios desea para nosotros (1 Juan 2:15–17).


Por otro lado, el egoísmo, es la actitud de centrarnos en nuestras propias necesidades y deseos a expensas de los demás. El Señor Jesús nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39), pero el egoísmo nos impulsa a poner nuestros intereses por encima de los de los demás. Esta actitud rompe relaciones, crea divisiones y nos impide reflejar el amor de Cristo en nuestras acciones.


Para combatir la codicia y el egoísmo, debemos cultivar la gratitud y generosidad en nuestro diario caminar. Agradecer a Dios por lo que ya nos ha dado nos ayuda a reconocer su provisión y a confiar en que Él suplirá todas nuestras necesidades. La generosidad, por otro lado, nos lleva a compartir nuestras bendiciones con otros, principalmente el evangelio; reflejando el amor de Cristo y ayudando a edificar una iglesia más fuerte y unida.


Por tanto, mis hermanos, oremos para que Dios nos conceda un corazón puro, libre de codicia y egoísmo. Pidámosle que nos ayude a ser más como nuestro Señor Jesús, quien se entregó completamente por nosotros, poniendo nuestras necesidades antes que las suyas propias.

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