Alexis Sazo
La Biblia: ¿Cómo leerla y estudiarla?

Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? (Hechos 8:30–31)
Según un sondeo hecho en Francia, el 71% de las personas interrogadas afirmó que entre los personajes históricos más célebres, Jesucristo es aquel cuyos pensamientos mejor conocen. Aunque únicamente el 23% de aquellas personas declararon haber leído la Biblia. Entonces uno puede preguntarse: ¿de dónde sacan su conocimiento acerca de Jesucristo? Quizás, por ejemplo, de una película sobre la vida de Jesús (la que solo es una interpretación de su vida y de su enseñanza). En efecto, no podemos tener un conocimiento acabado y preciso del Señor Jesús sin haber leído las Escrituras. Porque no se obtiene la fe cristiana solo por lo que otros dicen de Él, ni la educación cristiana ni los libros de historia son suficientes para fundamentar nuestra fe. En la misma Biblia se nos dice: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17).
Algunas personas tratan de leer la Biblia por ellos mismos, pero terminan diciendo: —Traté de leer la Biblia, pero no pude seguir porque no la entendí. Pero seamos sinceros: ¿Puede usted, después de haber leído un libro, por ejemplo, de matemáticas, pretender haber asimilado su contenido, sin haber hecho ni un solo ejercicio? No, todos los estudiantes dirán que no basta con solo leerlo, sino que se debe estudiarlo cuidadosamente, hacer ejercicios y a menudo buscar ayuda.
Lo mismo ocurre con la Biblia, no podemos pretender que la vamos a entender a cabalidad con una lectura somera; porque ciertamente es sencilla, pero difícil de entender al mismo tiempo. Para aquel que la lee buscando a Dios de corazón, Él le hablará a su corazón y a su consciencia; porque dice: «Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan» (Proverbios 8:17). Mientras que al que la lee con el afán de juzgarla Dios le dice: «¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras» (Salmos 50:16–17).
Entonces, para poder leerla y entenderla, debemos hacerlo con humildad, con fe, con oración y especialmente con la guía del Espíritu Santo.