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La atención que Dios nos brinda



Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes. (Sal 40.17 RVR60)


En general, a la gran mayoría nos gusta que nos pongan atención, por ejemplo, cuando estamos hablando con otra persona. Nos gusta que otros se preocupen por nosotros y estén al pendiente de las cosas que nos pasan. Aunque, claro, están aquellos que les encanta ser el centro de atención de todos. Hace poco leí la siguiente anécdota que me causó bastante gracia. Dice así:


Un joven se puso de pie en una habitación llena de gente y dijo en voz alta: «¡Discúlpenme todos, disculpen! ¡Su atención, por favor!» El bullicio de la gente se acalló y todas las miradas se dirigieron hacia el joven. En ese momento el joven sonrió y dijo: «Gracias. ¡Me encanta que me pongan atención!» Y luego se sentó.


Claro, eso es un extremo, pero como dije recién me causó gracia la historia. Ahora, nosotros, muchas veces sentimos que nadie nos pone atención, que somos dejados de lado; e incluso despreciados por quienes nos rodean. Pero su Palabra nos dice: Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando tanto a los malos como a los buenos (Proverbios 15.3 NTV). Dios siempre está atento a sus criaturas; y más aún con los que somos sus hijos. Esto lo podemos ver en el salmo 139. En el verso uno, el salmista dice:


Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda. (Salmos 139.1–4 LBLA)


En este salmo, David se va dando cuenta de cuán íntimo es el conocimiento que Dios tiene de aquellos que le pertenecemos. En los versos de más arriba vemos que Dios conoce lo que hay dentro nuestro (Jeremías 17.9–10), nuestras acciones e incluso lo que vamos a decir, antes de siquiera articular palabra. Luego en los versos 5 y 6 se maravilla de este conocimiento. Posteriormente describe cómo nos es imposible escapar de la presencia de Dios (versos del 7 al 12). Tras lo cual describe que Dios nos conoció desde el vientre de nuestras madres e incluso tenía escrito en un libro todo cuánto debía formarse en nuestros cuerpos (versos del 13 al 17).


Toda esta meditación le lleva a exclamar: ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo. (Salmos 139.17–18 RVR60)


Mis hermanos, la atención que Dios tiene sobre nosotros es constante. Así que la próxima vez que se sienta solo, dejado de lado, no tomado en cuenta, etc. abra su Biblia en el Salmo 139 y dese deléitese en la atención que su Creador y Salvador tiene puesta sobre usted.


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