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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Jesús sufrió la soledad



He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. (Juan 16:32).


En Salmos 102:7, dice: «Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado». Este versículo ilustra uno de los rasgos del Señor Jesús. Amaba a los seres humanos y andaba delante de sus criaturas, no obstante, a causa de su misma perfección fue incomprendido y rechazado. Su pueblo no le reconoció como el Mesías prometido (Juan 1:10–11). Incluso sus discípulos le comprendían muy poco.


En esa soledad, el Señor Jesús vivía cercano a su Padre, ya que dijo: «No me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada» (Juan 8:29). Sin embargo, a causa de nuestros pecados, los cuales cargó, tuvo que ser desamparado por Dios durante las tres horas en las que hubo oscuridad en la cruz. Pero el Señor permaneció perfecto en su amor.


Por eso, si tenemos que atravesar la soledad y el duelo, pensemos en el Señor Jesús. Él experimentó semejantes circunstancias por amor a nosotros y, por tanto, nos puede entender a cabalidad. Muchos creyentes hemos podido experimentar de primera mano este consuelo y comprensión de parte de Dios. Por ejemplo, el apóstol Pablo, cuando estuvo en la cárcel, escribió: «Todos me desampararon… Pero el Señor estuvo a mi lado» (2 Timoteo 4:16–17).


Al confiar en Él a plenitud, podremos conocer de manera personal a nuestro Dios y Padre, así como al mismo Señor Jesús. Esto es parte de su amor por nosotros, el cual debido a lo mismo nunca nos abandona (Mateo 28:20).


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