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  • Foto del escritorAlexis Sazo

¡Jesús ha resucitado!




Cuando meditamos en la crucifixión y muerte de nuestro Señor Jesús, jamás debemos olvidar su resurrección. A través de los evangelios Él le anunció a los suyos que habría de morir, pero siempre les dijo que habría de resucitar al tercer día. Cuando miramos el evangelio de Mateo, nos encontramos con las primeras palabras que el Señor Jesús habló sobre su muerte y resurrección. Dice en Mateo 16:21: «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día».


Luego, en Mateo 17, tenemos otra advertencia del Señor Jesús anunciando que lo que le espera en Jerusalén es la muerte. Dice en el versículo 22 y 23: «Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera». En esa oportunidad nadie dijo nada; por ejemplo, Pedro no reprendió al Señor como lo había hecho antes después del primer anuncio (Mateo 16:22–23), sino que vemos que solo expresan angustia ante las palabras de Jesús.


La última advertencia, quizás fue la más dolorosa de todas, pues no solo la hizo horas antes, sino que les dijo directamente, mientras celebraban la pascua en el aposento alto: «De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar» (Mateo 26:21). La reacción ante estas palabras fue inmediata, pues leemos en el versículo 22: Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?


Aunque ninguno de los apóstoles lo recordó en ese momento, el Señor les dijo varias veces antes aquellas dulces y gloriosas palabras, «y resucitará al tercer día». Jesús les estaba diciendo: me verán traicionado; arrestado; siendo probado. Verán cómo se burlan de mí y me golpean hasta quedar irreconocible. Y además me verán clavado en una cruz muriendo como un delincuente común. Todo esto para pagar por el pecado de toda la humanidad. Pero después de tres días me levantaré de la tumba.


Mis hermanos, no seamos como los apóstoles; nunca olvidemos las palabras eternas de nuestro Salvador, «resucitaré al tercer día». Gocémonos grandemente, porque un día como hoy aquella pesada roca fue removida, aquel cuerpo desfigurado y herido se levantó de la tumba; y lo que hoy vemos es eso, una tumba vacía. Seamos, mas bien, como aquellas mujeres que fueron de madrugada a la tumba de su Señor, la cual hallaron vacía. Seamos como Pedro y Juan corriendo para ver aquella tumba y entrando en ella para ver que el Señor ya no estaba. Porque para nosotros no hay cosa más gloriosa que decir ¡Cristo ha resucitado!


Pues con toda convicción podemos decir: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55). Cada uno de nosotros puede responder estas preguntas diciendo: ¡Mi Salvador te venció! ¡Mi Jesús vive y reina por los siglos de los siglos!


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