Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14.23 RVR60)
¿Alguna vez ha estado solo, realmente solo? Muchas personas pueden contestar que sí porque se sienten así cada día. No me refiero a esas personas que viven en una cabaña en lo alto de una montaña alejados de toda la civilización; me refiero a los que sienten solos estando en medio de una multitud, quienes a pesar de estar rodeados de gente (ya sean conocidos o desconocidos) se siente ineludiblemente solos.
Hablo de aquellos que sencillamente no encuentran a alguien con quien conectar. Tal vez sean nuevos en un lugar; quizás hayan perdido un cónyuge; o podría ser que simplemente se sienten solos porque se sienten distintos, inusuales y apartados de la comunicación normal con los demás, especialmente en estos días de pandemia y aislamiento.
Entonces, ¿alguna vez ha estado solo, realmente solo? Si es así, le tengo buenas noticias, porque si usted le entregó su vida al Señor Jesús nunca estará solo, pues tiene a Dios siempre con usted. Esa fue la promesa del Señor Jesús antes de ascender a los cielos: «y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28.20 RVR60).
Y también dice en su Palabra: «No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador» (Hebreos 13.5–6 RVR60) Y en Isaías leemos: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41.10 RVR60). Al leer estas promesas de Dios, no nos queda más que reconocer –tal como lo hizo el salmista– que no podemos ir a ningún lugar en donde Dios no esté con nosotros (Salmos 139.7).
Claro que todos necesitamos compañía de carne y hueso, pero tampoco podemos ignorar la realidad de la presencia constante de Dios en nuestras vidas, ya que siempre podemos contar con ella, pues jamás estamos solos.
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