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Hoy es el día de salvación



 

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. (2 Corintios 6:2)

 

«Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará» (Eclesiastés 11:3). ¿No sucede lo mismo con el hombre? Si muere en sus pecados, no podrá resucitar perdonado y justificado; ni tampoco entrará en la casa del Padre.


Entonces, ¿se debe orar aún por aquellos que ya murieron? No, pues es demasiado tarde para los que descuidaron su alma mientras estaban en esta tierra y menospreciaron la propuesta de Dios. Si ellos no quisieron aceptar a Jesús como su salvador cuando estaban vivos, ¿podremos nosotros tomar esa decisión por ellos? No. Se entiende que los deseos y los rezos por los difuntos son una expresión de amor que quiere prolongarse más allá de la muerte, pero nada pueden hacer para cambiar el destino del alma que partió de este mundo sin Cristo; porque la Palabra de Dios es clara: «está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9:27). Y también dice:


Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol. (Eclesiastés 9:5–6)


Por esta razón es que mientras vivimos debemos dar este paso de fe, pues una vez muertos ya es demasiado tarde. El Señor Jesús dijo: «El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados» (Lucas 5:24). Y fue en la tierra donde el Señor Jesús llevó a cabo la obra de expiación y redención de nuestras almas; por lo tanto, es aquí en la tierra en donde tenemos que aceptar el regalo de la salvación de nuestras almas que Dios nos da. Por eso hoy es el día de salvación, puesto que mañana podría ser muy tarde.


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