Aborrecí la vida, porque todo es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 2.17 RVR60)
Según una encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 800 mil personas mueren por suicidio cada año, es decir, una persona cada 40 segundos. Dice además, que por cada adulto que muere por suicidio, habrían más de 20 otros con intento de suicidio.
Las personas que cometen suicidio, lo hacen porque no ven otra salida en sus vidas, ya que la desesperación se apodera de sus vidas tras una crisis familiar o individual que los incita a cometer tal acción. Los autores de la encuesta constataron que los seres humanos pueden soportar mucho dolor y sufrimiento, siempre y cuando tengan una esperanza. Pero, ¿esperanza en qué?
Muchas personas confían en los progresos tecnológicos y científicos, los que nos proporcionan una vida más agradable; sin embargo, ciertos avances constituyen nuevas amenazas para el mañana, por ejemplo la automatización de ciertas actividades, la que hoy en día están comenzando a ocupar androides con inteligencia artificial, como por ejemplo, ser recepcionistas en algún edificio. Los cambios políticos de las últimas décadas han aportado más paz y estabilidad económica en un gran número de países.
¿Será esto suficiente para que depositemos nuestras esperanzas en el ser humano? Es que seamos sinceros, ¿ha mejorado el hombre a través del tiempo? Porque, la verdad es que no nos hemos vuelto más buenos como sociedad, ya que seguimos cometiendo asesinatos, robos, adiciones varias, etc. La respuesta es no, no hemos mejorado, porque bien dice su Palabra:
Dios creó al ser humano para que sea virtuoso, pero cada uno decidió seguir su propio camino descendente. (Eclesiastés 7.29 NTV)
Es cierto que las cosas han mejorado si las comparamos con los siglos pasados, por ejemplo, la esperanza de vida aumentó, hay mejores condiciones de alimentación y acceso a la salud, pero la muerte sigue siendo el final ineludible de toda vida. Entonces, ¿hay esperanza más allá de las desilusiones?
Sí, hay una razón para tener esperanza:La buena nueva del evangelio de Dios. Él, como Señor de la vida y la muerte, nos ama, por ello es que envió a su Hijo Jesucristo a morir por nosotros; Él fue quien soportó los horribles tormentos de la cruz, recibiendo el castigo que nosotros como pecadores merecíamos; y resucitó al tercer día para dar una solución definitiva al problema de la muerte y el pecado. Por eso el Señor Jesús dijo lo siguiente:
Les digo la verdad, todos los que escuchan mi mensaje y creen en Dios, quien me envió, tienen vida eterna. Nunca serán condenados por sus pecados, pues ya han pasado de la muerte a la vida. (Juan 5.24 NTV)
A todo el que lo desee puede recibir el regalo de la Salvación de su alma, pues aún hoy Dios le ofrece el perdón de los pecados, la paz y la vida eterna en su reino, en donde no habrá sufrimiento. No tan solo crea en Dios; sino CRÉALE A DIOS.
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