Alexis Sazo
Hacerlo con alegría

Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. (Salmos 150:1–2)
Spurgeon dijo una vez: «Cuando damos gracias a Dios por sus bendiciones, las prolongamos y extendemos. El darle gracias a Dios por las miserias en que estamos nos ayuda a sobrepasarlas. La alabanza es la miel de la vida que el corazón creyente sabe extraer de cada flor, sea de la providencia o de la gracia».
En su Palabra encontramos varios salmos que no solo nos invitan a alabar a Dios, sino que además nos dicen de qué manera debemos hacerlo. Por ejemplo, el salmo 100, nos dice:
Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. (Salmos 100:1–2, 4)
¿Cantamos alegremente? ¿Servimos a Dios con alegría? ¿Nos regocijamos de entrar a su presencia? ¿O es que todas estas cosas las hacemos con astenia? Entendiendo esta como una falta o decaimiento de fuerzas caracterizado por apatía, fatiga física o ausencia de iniciativa.
La verdad es que, muchas veces, cuando le cantamos, servimos y alabamos a Dios, sobre todo cuando estamos en nuestra iglesia local, lo hacemos con monotonía y no cumplimos estos mandamientos divinos. Digo mandamientos, porque los verbos: cantar, servir y entrar, están en imperativo, que significa, que son mandatos, y en este caso, de parte de Dios.
Si este es nuestro caso, entonces pidamos a Dios que nos ayude a obedecer sus mandatos y también a que aprendamos a cantar con alegría, a servir con gozo y a entrar en su presencia con regocijo.