He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo. (Salmo 51:6)
Imagínese un mundo en el que la mentira no existiese. ¡Qué contraste con lo que vivimos en todas nuestras relaciones diarias! Pero ¿debemos sorprendernos? La Biblia nos dice que el mundo está conducido por Satanás, de quien el Señor Jesús dijo que es «padre de mentira» (Juan 8:44). La falta de rectitud, la hipocresía, las pequeñas mentiras, las medias verdades, ¡todo esto es tan práctico para resolver inmediatamente muchas situaciones que nos ponen en aprietos o que incluso nos avergüenzan!
¡Tengamos cuidado, pues el veneno de la falsedad se infiltra muy fácil en nuestros pensamientos y luego en nuestras palabras! Su Palabra nos dice que «Dios aborrece la lengua mentirosa» y asimismo al «testigo falso que habla mentiras» (Proverbios 6:17, 19). Él lee nuestros pensamientos, pues conoce nuestros corazones (Jeremías 17:9–10). Por lo tanto, el cristiano debería aborrecer toda forma de falsedad. El apóstol Pablo escribió: «Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo» (Efesios 4:25). Y también le dijo a los colosenses: «No mintáis los unos a los otros» (Colosenses 3:9). Es por la fe y por amor a Dios que un cristiano toma deliberadamente el camino de la verdad y renuncia a la mentira.
Sin embargo, ¿hemos fallado en este punto tan importante para el Señor? Dios desea que nos dejemos iluminar por su luz, poner al descubierto lo que somos, para que podamos decir como David: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón… y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Salmo 139:23-24). Así que, permitamos que Jesucristo nos haga libres de la mentira, pues solo Él nos puede hacer libres (Juan 8:36), ya que Él es la verdad (Juan 14:6).
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