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Guardados por Dios



Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. (1 Juan 5:18)


La vida cristiana no se define simplemente por una etiqueta religiosa, sino por una transformación profunda en el corazón. Y este versículo nos recuerda que ser «nacido de Dios» significa tener una nueva naturaleza, una identidad renovada en Cristo. Es un llamado a vivir una vida que refleja el carácter santo de nuestro Padre celestial.


Juan nos asegura que quien ha nacido de Dios no practica el pecado, lo cual no implica que seamos perfectos o incapaces de pecar, sino que el pecado ya no gobierna nuestra vida. La gracia de Dios nos capacita para rechazar lo malo y caminar en obediencia, no por nuestra fuerza, sino por el poder del Espíritu Santo en nosotros.


Además, la promesa contenida en este versículo nos llena de esperanza: «Aquel que fue engendrado por Dios le guarda». El Señor Jesús, quien venció al pecado y a la muerte (Hebreos 2:14–15), es quien nos protege. Su sacrificio en la cruz y su resurrección nos han hecho libres del dominio del maligno. Aunque enfrentemos tentaciones y pruebas, podemos estar seguros de que el enemigo no tiene poder sobre nuestra vida.


El maligno no puede tocarnos porque estamos bajo la protección del Padre. Esta verdad no solo nos llena de confianza, sino que también nos llama a permanecer en comunión con Dios, fortalecidos por su Palabra y sostenidos por su amor.


En conclusión, caminar como hijos de Dios significa vivir en victoria sobre el pecado, no por mérito propio, sino por la obra de Cristo en nosotros. Por tanto, permanezcamos en su amor, confiemos en su poder, y dejemos que su luz brille en nuestras vidas.

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