Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará. (Deuteronomio 31:6)
En nuestra caminata cristiana, enfrentamos desafíos que parecen insuperables. Puede que estemos pasando por momentos de incertidumbre, dificultades económicas, problemas familiares o incluso luchas internas que parecen no tener fin. Pero recordemos, no estamos solo, Dios, quien no llamó y nos sostiene, nunca nos abandonará. Esa promesa es un aliciente y un empuje para nuestra fe y ánimo.
La Palabra de Dios está llena de promesas que nos aseguran su fidelidad y amor. En Deuteronomio 31:6, vemos a Moisés animando al pueblo de Israel mientras se preparaban para entrar a la Tierra Prometida. Ellos iban a enfrentar enemigos poderosos, pero Dios les recordó que su presencia era más grande que cualquier amenaza.
De igual manera, hoy el Señor nos dice: «Esfuérzate y cobra ánimo». No porque tengamos fuerza en nosotros mismos, sino porque Él va con nosotros. Nuestra confianza no debe estar en las habilidades que poseemos, o en nuestros recursos o en las circunstancias que nos rodean, sino en el Dios todopoderoso que pelea nuestras batallas.
Claro, frente a la adversidad, es fácil caer en el desánimo. El desánimo es una herramienta que el enemigo usa para alejarnos de los propósitos de Dios. Ayer citaba lo que Dios nos dice en Romanos 8:37, «antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó».
El desánimo a menudo surge del agotamiento. Por tanto, dediquemos tiempo a renovar nuestras fuerzas en la oración y en la Palabra, yendo a buscar las fuerzas de aquel que no se cansa (Isaías 40:28–30). Y aunque no veamos resultados inmediatos, no dejemos de confiar en que Dios está obrando. Él sigue sembrando, porque la cosecha vendrá, solo debemos ser pacientes y esperar en Él.
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