Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
¿Cuál es la relación entre la fe y las obras? Esta pregunta estuvo en el corazón de la Reforma del siglo dieciséis. Pero ya a principios del cristianismo, el apóstol Pablo tuvo que resistir a los que querían añadir a la fe la obligación de seguir la ley de Moisés, si se quería ser aceptado por Dios.
Fácilmente, nos inclinamos a pensar que, para merecer el favor de Dios, debemos cumplir alguna obra. Unos hacen peregrinajes, otros hacen oraciones, otros se dedican a realizar buenas obras. Pero la Biblia nos enseña claramente que nada de esto nos hace justos ante Dios, porque «el hombre no es justificado por las obras de la ley» (Gálatas 2:16). Tampoco es correcto pensar que debemos agregar las obras a la fe para ser salvos. Esto sería confiar en parte en la gracia de Dios y en parte en sus propias obras. Pero «el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley» (Romanos 3:28).
A la inversa, es falso oponer la fe a las obras. En efecto, la fe produce buenas obras, como un árbol frutal produce su fruto. Es más, en Santiago 2:20, dice su Palabra: «La fe sin obras es muerta».
El Evangelio podría describirse así: la fe recibe de Dios una salvación perfecta, y ella produce las obras. Los que creen en el Evangelio no solo son salvos de sus pecados, sino que también son transformados por la gracia de Dios. Luego, porque son salvos, son invitados a agradar, por medio de sus obras, a Aquel que dio su vida por ellos.
Fuente: La Buena Semilla.
留言