Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente. (Proverbios 2:6–7)
A lo largo de la historia, algunas personas han errado al exagerar algunos elementos de la verdad bíblica, al tiempo que ignoran otros. Eso ha dado como resultado una conducta no solo extremistas, sino que, a veces, absurda. Por ejemplo, algunas personas llevaron al extremo la instrucción del apóstol Pablo de separarse del mundo y crucificar la carne (Romanos 12:2; Gálatas 5:24).
Un ejemplo de este extremismo es Simeon Stylites, un monje del siglo V, quien después de permanecer enterrado hasta el cuello durante varios meses, decidió ir en «pos de la santidad» viviendo encima de un palo. Allí pasó 37 años. Otro «varón santo» de estilo propio, podríamos decirlo así, logró una reputación «de santidad» porque nunca se cambió la ropa ni se bañó después de convertirse en ermitaño.
Aunque esos ejemplos no fueron muy comunes, sirven para ilustrar las tristes consecuencias de una perspectiva desequilibrada de la verdad espiritual. Porque, por ejemplo, la sabiduría de la que hablan los versículos del encabezado, es aquella que toma en consideración todo el consejo de Dios, de decir, toda la Palabra de Dios. Una vida que se edifica sobre un fundamento así, se caracteriza por el equilibrio y la ausencia de extremismos. No obstante, no faltará quien cite el versículo de Apocalipsis 3:15–16, que dicen: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Pero eso no es ser extremista, es obedecer la Palabra de Dios y no andar con un pie en el mundo y otro en los caminos de Dios.
Mis hermanos, solo cuando estudiamos toda la Palabra de Dios en su conjunto, viéndola como un todo, y aplicándola diariamente a nuestros corazones y mentes con el fin de entenderla y a vivirla, eso sin mencionar la guía del Espíritu Santo, podremos estar libres de los extremismos, de caer en conductas desequilibradas, tales como la de aquel ermitaño que vivió sobre un palo.
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