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Expectativas y frustración

  • 16 ene
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/XdrHNlo8EmY


Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. (Proverbios 3:5-6)


La frustración suele surgir cuando nuestras expectativas chocan con la realidad. Esperamos que las cosas salgan de una manera, pero al enfrentar un resultado diferente, sentimos desilusión, tristeza o incluso enojo. Esto ocurre porque muchas veces nuestras expectativas no están alineadas con los planes de Dios, sino con nuestra voluntad.


Dios, en su amor infinito, nos recuerda que sus pensamientos y sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9). Él tiene un plan perfecto. No obstante, nuestra naturaleza humana tiende a aferrarse a lo que queremos y cómo lo queremos. Esta discrepancia entre lo que esperamos y lo que Dios permite nos puede llevar a la frustración, y si no se maneja correctamente, incluso a la depresión.


Sin embargo, el Señor nos llama a confiar plenamente en Él, a rendir nuestras expectativas en sus manos. Esto no significa que dejemos de soñar o planificar, sino que nuestros sueños y planes deben someterse a su voluntad. Cuando hacemos esto, aprendemos a descansar en su soberanía, entendiendo que su plan siempre será mejor, aunque en el momento no podamos comprenderlo.


Miremos a Marta en Juan 11. Ella esperaba que Jesús sanara a su hermano Lázaro antes de que muriera. Pero el Señor Jesús permitió que Lázaro muriera para mostrar la gloria de Dios mediante su resurrección. Marta estaba frustrada y decepcionada, pues le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). Pero Jesús, con amor, le mostró que Él era “la resurrección y la vida” (Juan 11:25). A través de esta experiencia, Marta aprendió que el Señor siempre actúa en el momento perfecto y de acuerdo con un propósito mayor. 


Este relato nos recuerda que Dios no está limitado por nuestras expectativas; Él obra de maneras que superan lo que podemos imaginar. Mis hermanos, descansemos en los brazos de  nuestro Dios, confiando en que su voluntad siempre será mejor. 

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