Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos (Salmos 31:14–15)
«La mujer que se había salvado milagrosamente del accidente aéreo, murió en un accidente automovilístico», era el titular de un artículo en internet. «La suerte les había sonreído. Una pareja italiana no había podido subir a bordo del vuelo AF 447 que se hundió en el océano Atlántico, y así había escapado a la muerte. Pero el destino los atrapó: en el viaje de regreso, la esposa murió en un accidente automovilístico». El periodista se preguntaba «¿Es el destino o el azar?»
Y usted, ¿cree en el destino? ¿Nuestra vida está trazada de antemano? ¿Hagamos lo que hagamos el resultado es el mismo? El hombre se hace preguntas y habla mucho sobre este tema, pero las opiniones varían. ¿Y Dios qué piensa de todo esto? ¡Busquemos las respuestas que él nos da en la Biblia!
De Jehová son los pasos del hombre; ¿cómo, pues, entenderá el hombre su camino? (Proverbios 20:24)
Dios es amor (1 Juan 4:8), justo (Salmos 11:7) y soberano en sus decisiones (Job 9:12; Daniel 4:35). Él tiene en su mano el destino de cada uno de nosotros. Él es el Señor del tiempo y propone a todo hombre un camino de vida en esta tierra y más allá de la muerte:
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas. (Deuteronomio 30:19)
Pero somos criaturas responsables, es decir, se nos ha dado la libertad de decidir nuestras acciones. Y mediante ellas o bien hacemos la voluntad de Dios o vamos en contra de ella. Dependiendo de nuestro comportamiento y de nuestras decisiones, habrá consecuencias felices o infelices. Porque la Palabra de Dios es clara en esto: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7).
La muerte, pasaje obligatorio para todos, es en realidad una puerta abierta a los dos destinos posibles. Dios nos dice: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:13–14). Esta decisión nos pertenece y tenemos que tomarla durante mi vida; somos para elegir cualquiera de las dos opciones. Pero la pregunta es: ¿qué vamos a escoger?
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