Y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6.8 RVR60)
Un hermano una vez contó una experiencia que le pasó mientras estudiaba, y dijo: En el colegio se hacían muchas trampas. Un día nuestro profesor de matemáticas, antes de distribuir los cuestionarios, nos dijo: Hoy quiero hacerles dos exámenes: uno de geometría y otro de honestidad. Espero que aprueben ambos. Si uno les sale mal, que sea más bien el de geometría. Porque durante sus vidas tendrán más oportunidades de aplicar los principios de honestidad que de utilizar los teoremas.
De muchas maneras, a lo largo de nuestras vidas, debemos aprobar un examen de honestidad. Por ejemplo: ¿Qué hacemos en el supermercado cuando la cajera se equivoca y nos devuelve más dinero del que debía? ¿Pensamos acaso: «Bueno, ella cometió el error, no yo»? O cuando completamos un formulario de declaración de la renta ¿omitimos algún ingreso? Quizás pensamos: nadie lo va a verificar. Pero la Palabra de Dios dice:
Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas. (Proverbios 5.21 RVR60)
Podemos engañar a quienes nos rodean, podemos hacer trampa en algún examen si somos estudiantes, o podemos engañar a nuestros gobiernos, pero jamás podremos engañar a Dios, porque su Palabra dice:
Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4.13 RVR60)
Ojo que no solo habla de nuestras acciones, sino que Dios conoce aun lo que sentimos y pensamos; pues dice su Palabra:
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17.9–10 RVR60)
Ahora que sabe esto le pregunto ¿hay algo que esconda de los demás y que solo usted sepa de usted mismo? A los ojos de los hombres estará oculto, pero no de los de Dios, porque «ni la Muerte ni la Destrucción ocultan secretos al Señor, ¡mucho menos el corazón humano!» (Proverbios 15.11 NTV).
Todos hemos hecho cosas malas, todos hemos tenido malos pensamientos y peor aun, todos hemos cometido pecados. Así que, mejor es que aceptemos hacer cuentas con Dios, porque esa es la condición para que, gracias a la obra de Jesús, Dios perdone la suma de nuestros pecados. Acérquese a Dios, pídale perdón por sus pecados y Él gustoso limpiará su corazón de todos sus pecados, incluso aquellos que nadie más conoce sino solo usted.
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