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Estar allá con Él



Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor. (Filipenses 1:21–23)


Hoy en la mañana, estaba escuchando la canción Ciudad de Dios, de Jonathan Jerez, la cual dice en su primera estrofa:


Hay un lugar al que mi alma anhela tanto por llegar;

Una ciudad donde hay descanso y gozo por la eternidad.

Sé que pronto allá estaré. Con mis ojos yo veré

Aquel que vino a rescatarme,

Para llevarme allí con Él.


Y al final del coro, dice: «La ciudad de Dios es lo que anhelo yo». Esto me hizo pensar en, ¿qué tanto deseo estar allá? Asimismo, pensé en cómo está la cristiandad hoy en día, y meditaba: ¿Cuánto anhela nuestra alma ese maravilloso día cuando podamos ver al Señor cara a cara? ¿O es que estamos más interesados en las cosas de esta vida que en las de Dios? Seamos honestos, muchas veces cantamos canciones cristianas, alabanzas e himnos a Dios, sin siquiera ser conscientes de lo que estamos diciendo o a veces, hasta mintiendo en lo que deseamos verdaderamente.


En los versículos del encabezado podemos ver la disyuntiva en la que se encontraba el apóstol Pablo. Él deseaba partir para estar con Dios, pero sabía en su corazón que debía permanecer aquí en la tierra por el bien del evangelio, y eso lo hacía sentirse indeciso con respecto a su deseo.


Muchas veces deseamos más las cosas de esta vida porque pensamos poco en la eternidad, pues quizás Cristo ya no es el centro de nuestros pensamientos y de nuestro sentir. Y en vez de mirar al mundo como lo que es, me refiero al sistema mundano gobernado por el maligno, esto es, un lugar donde no está Dios (1 Juan 2:15–16), un lugar donde todo es pasajero y temporal, lo vemos con buenos ojos.


¿Cómo podemos anhelar estar en el cielo con el Señor? Su Palabra nos dice: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:2–3); puesto que de esta forma, con cada día que pasemos con la mirada fija en Cristo, sentiremos un profundo anhelo de estar allá con Él.


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