Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. (Colosenses 2:6–7)
En un año de gran calor, unido a la sequía de la estación estival obligaron a un jardinero a regar frecuentemente sus nuevos semilleros. La germinación fue rápida, y después de tres o cuatro semanas, fue posible trasplantar las plantitas. Pero ¡qué sorpresa! Las raíces de las plantas no se habían desarrollado como era necesario. ¿Qué pasó?
El riego regular humedeció el suelo a una profundidad insuficiente, de modo que las raíces no necesitaron crecer para ir a buscar la humedad en lo profundo. Esto mismo ocurriría a menudo en nuestro desarrollo espiritual si las pruebas y las dificultades nos fueran evitadas. En verdad nuestra fe —que se sustenta en la obra del Señor Jesús en la cruz del Calvario— es plenamente suficiente para nuestra salvación eterna. Pero para que se profundice es necesario que seamos puestos a prueba.
Sin estas pruebas nunca pasaríamos de la superficie espiritual. Los problemas y las dificultades espirituales nos llevan a humillarnos, a postrarnos y a reconocer nuestra dependencia a Dios, sin la cual no podríamos mantenernos en pie. Por eso el Señor dijo: «porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).
Las pruebas nos producen sed espiritual y debemos ahondar en la búsqueda del agua que nos sacie. Cuando esto ocurre, nos arraigamos más firmemente en la fe en el Señor Jesús, lo cual hace que tengamos un mayor dependencia y una mayor cercanía con Dios. A través de estas «raíces espirituales profundas» aprenderemos a resistir victoriosamente a las perversas influencias de nuestros enemigos espirituales: la carne, el mundo y Satanás.
Y tal como dice su Palabra, la puesta a prueba de nuestra fe es para la gloria de nuestro Señor:
Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1 Pedro 1:7)
Ya tampoco olvidemos que las pruebas son motivo de gozo:
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2–4)
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