El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (1 Juan 4:8–9)
¿Dios es indiferente a la vida de los hombres? Quizás usted se haga esta pregunta cuando vive situaciones personales difíciles. Pero lo cierto es que Dios está atento a lo que hacen sus criaturas:
Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos. (Proverbios 15:3)
Los seres humanos tendemos a culpar a Dios por las cosas malas que nos pasan, pero ¡cuántos sufrimientos son debidos a las malas decisiones que el mismo hombre toma! Por ejemplo, la búsqueda desenfrenada del poder y de la gloria personal, la codicia, la envidia, etc. Sin embargo, cuando las cosas van mal, fácilmente se le echa la culpa a Dios, incluso si el resto del tiempo no se piensa en Él. Decimos cosas como: ¿Por qué no interviene para poner orden, para restablecer la paz, la justicia, el amor y el gozo?
En medio del aparente silencio de Dios, es necesario recordar que ¡ya Dios intervino! Y que ahora «quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:4). Por ello muestra claramente el camino de la vida al que desea emprenderlo; pues el Señor Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
Dios ama a todos los hombres y no es insensible a su condición, sino todo lo contrario: muestra paciencia hacia todos «no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Por eso advierte a la humanidad sobre su fragilidad y el resultado de seguir su propio camino, esto es, la muerte y el juicio. Todo aquel que muere sin haber recibido el perdón y la salvación que da Dios a través de su Hijo Jesucristo, irá a la condenación eterna de su alma.
Y es más, llegará un día en Él que intervendrá en la tierra para poner todo en orden. Y empezará juzgando «al mundo con justicia», es decir, a los hombres, mediante Jesucristo (Hechos 17:31). Es por eso que su Palabra invita aún hoy a cada uno de los que todavía no han hecho caso a sus llamados de gracia. Entonces, «¿seguirás menospreciando las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?» (Romanos 2:4).
Ven a Jesús, Él te ama y desea perdonar tus pecados y salvarte de una condenación eterna; solo necesitas arrepentirte y confesarle tus pecados a Él.
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