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  • Foto del escritorIris P.

ES BENDICIÓN ESTAR CONECTADOS CON EL SEÑOR



Dijo el Señor Jesús: —Escudriñad las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5.39 RVR60).


Hermanos, si no estamos leyendo la Palabra de Dios diariamente, nunca le podremos conocer. ¿Cómo podemos llamarle Padre si casi ni le conocemos? ¿Qué relación tenemos con Dios Padre como sus hijos? Cuando era niña amé mucho a mi papá, no solo porque era mi papá, sino porque pasábamos todo el tiempo juntos, había una bella relación entre él y yo. Me interesaba conocer mucho de él, le preguntaba cómo era cuando niño, cuando joven e incluso cómo conoció a mamá, etc. Y cuando ya crecí y me hice mujer, estábamos más unidos que nunca, teníamos un lazo fraternal hermoso, él sabía mucho de mí, y yo de él.


Puedo decir sin temor a equivocarme que conocí muy bien a mi papá; puedo decir esto porque estábamos conectados todo el tiempo. Y es eso precisamente lo que busca el Señor de nosotros, no basta con saber que nuestro Dios está con nosotros en las «buenas y las malas», sino del conocimiento de Él, me refiero a conocer a Él, a pasar tiempo a sus pies, como María con el Señor (Lucas 10.39). Claro, Dios conoce todo de nosotros, pero ¿cuánto le conocemos nosotros a Él? Por ejemplo, cuánto sabemos de lo que le agrada y le desagrada.


Una de las estrategias del maligno es mantener, no solo a los inconversos, sino también a los creyentes, lejos de Dios; porque le interesa que tengamos poco o nada de conocimiento de Dios. Por eso dice la Palabra de Dios: Mi pueblo está siendo destruido porque no me conoce. (Oseas 4.6 NTV)



El creyente en Cristo crece cuando existe una conexión fluida con Él, no solo a través de la lectura, sino a través de la oración también. Usted y yo conocemos a las personas, según cuanto pasamos juntas; y si no pasamos juntos al Señor ¿cómo le conoceremos? No nos damos cuenta que es tan hermoso tener una relación cercana con Él. Por ejemplo, orar como lo hacemos en conversación con alguien a quien vemos; cuando hacemos esto, le sentimos al lado nuestro. Es una experiencia rica. Sin embargo, siempre tenemos un pretexto para no leer las escrituras o estar de rodillas a los pies de Jesús: «Es que el trabajo; que la casa; que los niños; que el gimnasio; mis amigos; la familia, etc.» Pero el Señor dice: Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. (Proverbios 8.17)


He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3.20 RVR60)


No sigamos manteniendo fuera al Señor, abramos la puerta y dejemos que entre a morar con nosotros.


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