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  • Foto del escritorAlexis Sazo

¿Eres un discípulo del Señor?



Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26–27)


Charles Swindoll, contó una ilustración acerca del discipulado, y dijo: Una vez alguien estaba hablando con un gran erudito en cuanto a un joven, y le dijo: «Fulano de Tal dice que él fue uno de tus alumnos». El maestro contestó devastadoramente: »Él puede haber asistido a mis clases, pero no fue uno de mis alumnos». Hay un mundo de diferencia entre asistir a clases y ser un estudiante. Es una de las supremas desventajas que en la iglesia haya tantos seguidores distantes de Jesús y tan pocos discípulos reales.


Esta ilustración nos deja en claro que no todos son discípulos de un maestro; y lo mismo pasa con el Señor, si no obedecemos a lo que nos mandó, no podemos ser discípulos de Él. Lo primero que vemos en los versículos del encabezado, es que Él debe estar por delante de todo, es decir, no podemos amar a nadie por sobre Él, y no importa si son nuestros padres, esposa, hijos o familia en general. Además, para poder ponerlo delante, nosotros debemos negarnos al tomar nuestra cruz para ir en pos de Él.


Ahora, cuando uno lee el capítulo quince del evangelio de Juan, nos encontramos con que el Señor Jesús mismo nos dio otra condición a cumplir para así poder ser considerados como sus discípulos: «En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos» (Juan 15:8). Conforme a lo dicho por el Señor, debemos dar frutos para así poder llegar a ser discípulos del Señor. ¿Por qué no podemos estar sin fruto y, aun así, ser considerados discípulos del Señor? En Efesios 2:10 encontramos la respuesta: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10). Por tanto, el propósito de haber sido creados en Cristo Jesús, es para llevar frutos, para hacer las buenas obras que Dios dispuso con antelación para nosotros. Y al no cumplir el propósito de nuestra creación, no podemos ser considerados discípulos de Él.


Entonces, y a la luz de estos requisitos, ¿podemos ser considerados como discípulos del Señor? ¿Ocupa Él el primer lugar, incluso delante de nosotros mismos? ¿Estamos dando los frutos que Dios espera que demos o somos como la higuera estéril que maldijo el Señor?


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