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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #63: Las sutiles mentiras diabólicas que los creyentes nos creemos



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más de su podcast, Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis. Y el día de hoy, les traigo un episodio titulado: Las sutiles mentiras diabólicas que los creyentes nos creemos. Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Dice la Palabra de Dios:


Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. (Efesios 5.1–2 LBLA)

Este versículo es muy importante para nosotros como creyentes, porque Dios, a través del apóstol Pablo, nos da el mandamiento de imitarlo. Y como creyentes, nuestro ejemplo a seguir es el Señor, porque Él es Dios hecho carne, quien fue perfecto en todos sus caminos.


No sé si alguna vez usted ha tratado de imitar a alguien más, ya sea en su actuar, expresiones e incluso en la manera de hablar; hacer esto implica que la propia manera de ser de uno y la forma de hacer las cosas desaparece completamente, porque estamos copiando las formas y maneras de alguien más. Precisamente esto es lo que espera Dios Padre de nosotros, que al imitar a su Hijo Jesucristo, todo nuestro yo desaparezca y únicamente se pueda ver a su Hijo reflejado en nosotros. Así como un espejo no tiene imagen propia, sino que refleja todo lo que está delante de él; de esta misma manera nosotros debemos desaparecer detrás del reflejo de nuestro Señor al imitarlo a la perfección.


Y hablando de imitar a Jesús, ¿alguna vez ha escuchado a alguien decir o usted mismo ha dicho esta frase? “Ah, pero es que Él era Dios”. Déjeme poner un ejemplo de cuando usamos esta expresión. El Señor Jesús dijo:


Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. (Mateo 5.48 RVR60)

Entonces, la frase que recién mencioné cobra sentido cuando alguien nos dice que debemos ser perfectos a la manera de Dios; y es ahí cuando uno se excusa diciendo: “Ah, pero es que Él era Dios”, refiriéndonos así a la perfección del Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra. La pregunta del millón es, ¿podemos nosotros ser perfectos en esta tierra? No, completamente, porque somos carne, sin embargo, esa no es excusa delante de Dios para no tratar de alcanzarla; y aquí es donde quiero centrar la mirada en este episodio, porque aquí es donde entra la sutil mentira del diablo.


Existen ciertos grupos cristianos que frente a este tipo de mandamientos de Dios se justifican diciendo que como somos seres humanos, no podemos alcanzar los estándares de Dios, por lo tanto, no estamos obligados a cumplirlos. Esta sutil mentira diabólica, trae como resultado que muchos creyentes vivan vidas de tibieza espiritual, vidas en las que “pueden vivir con un pie en el mundo y otro en las cosas de Dios”, pues se conforman con vivir bajo los estándares imperfectos del hombre y no conforme a los de Dios. En otras palabras, esto sería como la descripción que hizo Dios acerca del rey Amasías. Escuche:

E hizo lo recto ante los ojos del Señor, aunque no de todo corazón. (2 Crónicas 25:2 LBLA)

Básicamente, cuando ponemos oído a aquella mentira del diablo, somos como una réplica de este rey, pues nuestro corazón no es 100% recto delante de Dios; siendo que Dios nos exige que le demos todo nuestro ser, pues bien dijo el Señor:


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. (Mateo 22.37–38 RVR60)

Alguien quizás siga pensando que como nos es imposible ser iguales a Dios, ya que nuestros corazones nunca podrán ser rectos delante de Él. Pero ¿y qué hay acerca del rey David? Porque su Palabra nos dice que él tenía un corazón conforme al corazón de Dios. Escuche:


Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. (Hechos 13.22 RVR60)

Sin embargo, ¿no es este mismo David quien adulteró con la mujer de Urías heteo? ¿No es este aquel que mandó a matar a Urías mismo porque Betsabé su esposa había quedado embarazada como fruto de esa relación adúltera que tuvo con ella? ¿Entonces cómo Dios dice que tenía un corazón conforme al de Él? ¿Y qué hay de Moisés? Pues nos dicen las escrituras:


Y Moisés fue fiel en toda la casa de Dios como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir más tarde. (Hebreos 3.5 LBLA)

Pero ¿no es este mismo Moisés que desobedeció a Dios, porque en vez de hablarle a la roca la golpeó dos veces (Números 20.11) y Dios no le permitió entrar en Canaán debido a esto? Entonces, ¿por qué Dios dijo que Moisés fue fiel en toda su casa? Esto es porque Dios sabe que como seres humanos no somos perfectos, pero eso, vuelvo a repetir, no es una excusa ni justificativo para que no seamos obedientes a Él en todo cuanto podamos; esto tampoco nos justifica para no darle todo nuestro corazón a Él, ni para no buscarlo con ahínco cada día y tratar de imitarlo, con su ayuda, claro, en lo más que podamos; a pesar de que nunca podamos conseguir el ser perfectamente obedientes delante de Él, pues pecamos todos los días, tal como dice su Palabra:


No hay una sola persona en la tierra que siempre sea buena y nunca peque. (Eclesiastés 7.20 NTV)

Pero volviendo al tema central, el Señor Jesús, en el versículo que cité anteriormente sobre ser perfectos como Dios Padre, la palabra traducida como perfecto en nuestras Biblias en el idioma original es teleios (τέλειος); y según el diccionario Vine, significa haber llegado a su fin, acabado, completo, perfecto. Se traduce como «obra completa». Entonces, volviendo al punto de lo que decía sobre estos hermanos que se justifican a sí mismos, asidos de nuestra imperfección humana, dicen que al no poder ser perfectos, solo basta con procurar crecer en la gracia y en el conocimiento de Dios, pero que no necesitamos ser perfectos a los ojos de Dios, ni tampoco buscar la perfección, porque somos seres humanos imperfectos, dicen ellos. Pero si nos damos cuenta, si la palabra teleios significa obra completa, por ende, esto precisamente significa que esa obra está perfecta, porque no le falta o sobra nada, ni hay que hacerle ninguna cosa más. Y precisamente es a lo que apunta el Señor con esto, a ser perfectos, completos, sin que nos falte cosa alguna.


Hablemos de uno de estos “imposibles”. Por ejemplo, la santidad. Dios nos dice en su Palabra:


Por lo tanto, vivan como hijos obedientes de Dios. No vuelvan atrás, a su vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora sean santos en todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo. Pues las Escrituras dicen: «Sean santos, porque Yo Soy Santo». (1 Pedro 1.14–16 NTV)

Acá nuevamente vemos el mandamiento a imitarlo, ya que como Él es Santo, nosotros también tenemos que serlo. Porque para esto nos escogió, tal como le dice Pablo a los efesios. Escuche:


Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. (Efesios 1.3–4 RVR60)

¿Sabe por qué Dios nos exige tal cosa? Porque si miramos nuestros orígenes, veremos en Génesis 1.26 que fuimos creados a su imagen, conforme a su semejanza; entonces, si nos creó similares a Él, es obvio que debemos ser santos, porque Él lo es. Por lo tanto, no existe excusa alguna delante de Dios para no ser santos y buscar la santidad, porque además ha puesto en nosotros a su Santo Espíritu que es quien nos santifica. Dice su Palabra:


Pero nosotros siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, de que desde el principio Dios los haya escogido para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. (2 Tesalonicenses 2.13 RVC)


Precisamente, Pablo, le dice a esta misma iglesia que Dios nos llamó a santificación; escuche:


Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. (1 Tesalonicenses 4.7 RVR60)

Mis hermanos, estas cosas no son ligeras a los ojos de Dios. La seriedad del asunto la podemos ver en lo que nos dijo el Señor Jesús:


Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego. (Mateo 18.8–9 RVR60)

No, este no es un llamado a la automutilación, ni de parte del Señor, ni de parte mía. En estos versículos que recién leí, el Señor usó la hipérbole que es una figura retórica o literaria que consiste en aumentar o disminuir de manera excesiva un aspecto, característica o propiedad de aquello de lo que se habla. No obstante, en un sentido general, se denomina como hipérbole la exageración en sí de alguna cosa. Es que interpretar de manera literal estos versos es caer en el ascetismo. Alguno se preguntará ¿y qué es el ascetismo? El Nuevo diccionario de teología dice lo siguiente:


La palabra “ascetismo” se deriva del griego askesis (ejercicio), y se refiere a un sistema de disciplina espiritual cuya preocupación principal es la renuncia del mundo y la carne como parte de la gran lucha en contra del diablo.


En otras palabras, el pensamiento de los ascetas era: la carne es mala, por tanto hay que eliminarla del cuerpo físico. Un muy mal ejemplo de tomarse literalmente estos versículos es Orígenes, el cual fue uno de los llamados “padres apostólicos”. Él vivió entre los siglos segundo y tercero. Y según su propio relato, él se automasculó o castró en su juventud en una arrebato de ascetismo al tratar renunciar a sus deseos carnales. Confesando más tarde que eso fue un craso error.


Pero volviendo al punto de lo que estaba diciendo, lo que nos dijo el Señor Jesús en esto de quitar la parte del cuerpo que nos arrastra al pecado, no es algo menor, sino, como decía anteriormente, nos deja ver la gravedad o el peso que tiene nuestra santidad a los ojos de Dios. Y específicamente en este pasaje, el Señor estaba hablando de los tropiezos en la vida de los creyentes.


Supongamos que nuestro problema es la pornografía; si miramos este problema conforme a lo que el Señor nos quería decir en este pasaje, siendo tentados en un área específica de nuestra carne, tenemos que evitar exponernos a situaciones que gatillen dicha tentación; en ningún caso es a sacarnos los ojos para no ver pornografía.


Es que, mis hermanos, la santidad en nuestras vidas no es algo opcional, como ya mencioné, sino que es la norma de vida que Dios nos demanda para poder estar delante de su presencia, pues bien dice en Hebreos:


Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12.14 LBLA)

Es en esta misma línea que encontramos una concordancia o conexión con lo dicho por el Señor Jesús en el sermón del monte, cuando dice:


Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (Mateo 5.8 RVR60)

Ahora, sabemos que nuestros corazones son engañosos y perversos (Jeremías 17.9) y que de ellos brota todo lo malo que nos contamina, según nos dijo el Señor Jesús en Mateo 15 y en Marcos 7. No obstante, esto no es un justificativo delante de Dios, pues Él nos dio un nuevo corazón, tal como lo prometió en antaño. Pero, ¿qué implica ese corazón limpio del que nos habló el Señor y que es el requisito para poder ver a Dios? Para entender a lo que se refería, tenemos que mirar el original griego de la palabra limpio, el cual es katharos. Y William Barclay, en su libro Palabras griegas del Nuevo Testamento - su uso y su significado, dice lo siguiente:


Katharos, que significa “puro” o “limpio”, es una de las grandes palabras griegas. Se encuentra veinticuatro veces en el NT, pero, antes de ser una palabra adoptada por el cristianismo, ya tenía una rica variedad de significados, todos los cuales contribuyen al significado que tiene para nosotros. Pero el sumo ejemplo del uso de esta palabra en el NT está en las Bienaventuranzas.


“Bienaventurados los katharoi (plural) de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). ¿Cómo explicaremos katharos aquí? ¿Qué significado le daremos? Podríamos pensar de la siguiente manera: Bienaventurados son aquellos cuyos móviles no tienen mezcla alguna, cuyos pensamientos son absolutamente sinceros, aquellos que son completamente ingenuos.


¡Qué llamamiento al autoexamen hay aquí! Esta es la bienaventuranza más exigente de todas. Cuando examinamos nuestros móviles con honestidad, nos sentimos humillados, porque encontrar un móvil sin mezcla alguna es lo más raro del mundo. Pero la bienaventuranza es para el hombre cuyos motivos son tan puros como el agua clara, y cuya ingenuidad le induce a hacer todo como si fuera para Dios. He aquí el modelo por el cual esta palabra, katharos, y esta bienaventuranza exigen que nos rijamos.


Hermanos, la imitación de Dios, por parte nuestra, no es un imposible, porque bien nos dice su Palabra: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4.13). Claro, este versículo siempre lo pensamos en lo humano, pero fue dicho mayormente para lo espiritual, para vencer esas batallas contra los gigantes de la carne, contra nuestro enemigo el diablo y asimismo, contra el mundo.


Mis amados, no es excusa que digamos que somos carne, porque tenemos una nueva naturaleza dentro nuestro, la misma que tenía Cristo. Tenemos a nuestra disposición el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos, porque Dios nos dio un Espíritu de poder, tal como nos dice en 2 Timoteo 1.7. El Señor Jesús, a través de su muerte, nos devolvió la semejanza perdida con Dios; y gracias al regalo de la salvación es que somos semejantes al Señor, ya que tenemos esta nueva naturaleza divina, además de la humana. Pero el problema es que nosotros no echamos mano de lo que se nos dio, sino que buscamos hacer las cosas por nosotros mismos o, en este caso en particular, no queremos hacerlo, pues deseamos vivir igual que el mundo y sin negarnos nada.


Es que reconozcámoslo, hermanos, somos flojos y perezosos, pues no nos gusta hacer esfuerzos. Sin embargo, cuando miramos el ejemplo del Señor, vemos cosas como que se levantaba siendo aún de noche para ir a orar a lugares desiertos (Marcos 1.35); trabajaba tanto que a veces sus apóstoles debían tomarlo en andas porque no era capaz de caminar (Marcos 4.36) y era tal su cansancio que se quedó dormido en medio de una tormenta que estaba por hundir el bote en el que iban cruzando el mar de galilea (Mateo 8.24). Mientras que nosotros no somos ni siquiera capaces de doblar las rodillas para orar aunque sea una sola vez al día, sino que nos conformamos con “dar gracias por los alimentos” y si es que lo hacemos; y qué hablar sobre leer y estudiar las escrituras. Es que a tanta llega nuestra comodidad que no somos capaces ni siquiera de abrirla, sino que esperamos a que otros nos envíen material. Y de más está hablar de aquellos que dicen que leer la Biblia les da sueño.


Hermanos, los días están cada día más malos, la maldad aumenta desenfrenadamente cada día y nosotros estamos viviendo como necios, por eso es que Dios nos llama a vivir como sabios. Escuche:


Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5:15–16 RVC)

Mis hermanos, todas estas no son más que mentiras de nuestro enemigo el diablo, quien desea tenernos cautivos de nuestra carne, sumidos en los placeres de este mundo y sobre todo, engañándonos acerca de la imposibilidad de ser como el Señor Jesús. Es que, precisamente, este ser maligno, desde los primeros siglos de la iglesia levantó herejías sobre nuestro Señor y hoy en día sigue haciendo lo mismo.


Tengamos esto muy claro, el Señor fue 100% hombre y fue 100% Dios. Es más, nos dice que Él fue tentado en todo, mas sin pecado (Hebreos 4.15). Así que no es excusa decir que porque Él era Dios podía hacer todo lo que hizo, porque el Señor fue igual que nosotros, pues fue completamente humano. Y como ya dije antes, nosotros compartimos la misma naturaleza divina del Señor y asimismo, poseemos el mismo Espíritu Santo que descendió sobre Él después de salir del agua cuando fue bautizado. Y también, somos hijos de Dios, igual que Él, tal como encontramos en Hebreos. Escuche:


Por lo tanto, Jesús y los que él hace santos tienen el mismo Padre. Por esa razón, Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos, pues le dijo a Dios: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos. Entre tu pueblo reunido te alabaré». (Hebreos 2:11–12 NTV)

Así que, hermanos, dejemos de ponerle oído al padre de las mentiras, esto es, al diablo, quien solo busca ponernos tropiezos y que nos alejemos de nuestro buen Dios para que así no le imitemos y seamos hijos desobedientes a Él.


Que el Señor les bendiga.



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Episodio #63 Las sutiles mentiras diabó
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