Sin embargo, cuando su corazón y su mente se llenaron de arrogancia, le fue quitado el trono real y se le despojó de su gloria. (Daniel 5.20 NTV)
Cuando leemos este capítulo del libro del profeta Daniel, encontramos el relato de la escritura en la pared y el pecado de soberbia de Belsasar.
En medicina existe un fenómeno anatómico bastante raro que afecta a una persona entre diez mil, llamado dextrocardia y es un problema congénito, en el cual un bebé nace con su corazón hacia el lado derecho de su tórax, en vez de estar en el izquierdo que es lo normal.
A diferencia de la dextrocardia, lo relatado en el capítulo cinco del libro de Daniel, nos habla de un problema bastante común entre los seres humanos, uno que todos padecemos. Este capítulo nos recuerda que el orgullo es una condición espiritual en la cual el corazón está en un lugar equivocado. No solo Belsasar padecía de este mal, sino que también lo padeció Nabucodonosor, el cual fue castigado siendo echado de entre los hombres (Daniel 4.25). A ambos se les advirtió que tenían corazones llenos de orgullo y arrogancia, es decir, sus corazones se hallaban en el lugar equivocado. Y ambos fueron castigados. Por eso su Palabra nos dice:
Abominación al Señor es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo. (Proverbios 16.5 LBLA)
Y también dice: «Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu». (Proverbios 16.18 LBLA)
Por eso, mis hermanos, es tan importante que cada día oremos a Dios pidiéndole que examine nuestros corazones, tal como dice David en el salmo 139.23-24. Debemos rogar diciendo: «Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia; que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro, y seré absuelto de gran transgresión» (Salmos 19.12 LBLA). Una de las manifestaciones más comunes de este mal entre los creyentes, es nuestra falta de absoluta dependencia de nuestro Dios.
Así que pregunto: ¿Dependemos de Dios a diario? ¿Pedimos su guía y dirección? ¿Le consultamos para todo? ¿Reconocemos que todo cuanto somos y tenemos es por su soberana gracia y misericordia? Y ¿vivimos como siervos suyos, agradecidos y cediendo continuamente a su voluntad? Mis amados, solo cuando reconocemos que no somos humildes, sino que debemos pedir ser mansos y humildes de corazón como el Señor Jesús lo era (Mateo 11.29), nunca podremos manifestar una verdadera dependencia a Dios y tendremos siempre nuestros corazones «en el lugar equivocado».
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