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Episodio #43: En el día que temo

Actualizado: 23 sept 2020



 

NOTA: Esta es la transcripción del episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio haz click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más en su podcast Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis y el día de hoy les traigo un episodio titulado: En el día que temo. Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Dice en el libro de Salmos:

En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? Salmos 56.3–4

En estos días que nos ha tocado vivir, existe mucha gente que está literalmente sumida en el miedo. La gran mayoría de ellos teme al contagio del coronavirus, mientras que otros están comenzando a temer por su futuro y el de sus familias, ya que se han visto sin trabajo, por ende sin dinero, lo que conlleva a una falta de alimentos. Esto es serio, claro que sí, pero la Palabra de Dios nos dice que esto no es más que el principio de dolores. Dijo el Señor Jesús:


Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Lucas 21.9–11

Recién decía que muchas personas están comenzando a temer, pero el Señor habló de que habría terror, lo cual, como sabemos es mayor que el miedo. Pero cuando leía estos versículo vino a mi cabeza lo que dijo el apóstol Pablo a los Romanos: La noche está avanzada, y se acerca el día. (Romanos 13.12).


No sé si les ha pasado, pero principalmente durante el invierno, cuando ya se acerca el alba, es el peor momento de la noche, porque el frío se acrecienta y como que la oscuridad se siente más pesada, debido a que sabemos que se acerca el amanecer, obviamente.


Ahora, espiritualmente hablando, estamos viviendo en las horas más oscuras, porque son las más cercanas antes de que amanezca. Sin embargo, Dios nos dice:


Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Malaquías 4.2

¿Acaso a los que tememos su nombre no nos suena hermoso todo esto? La verdad es que sí. Pero aunque a veces, y a pesar de estas promesas, seguimos sintiendo temor. Pero entonces ¿cómo podremos nosotros no alarmarnos, como nos dice el Señor Jesús en los versos de Lucas que leí hace poco? Bueno, haciendo nuestras las promesas de Dios y creyendo a todo lo que Él nos dice en su Palabra.


Mis hermanos, creo que en parte tememos porque como creyentes -en general- nos cuesta entender que todo este mal que vemos aumentar a nuestro alrededor con cada día que pasa, es algo que nuestro Dios ha permitido. Debemos recordar también que todas estas pestes, así como las futuras guerras y desastres que se nos vienen encima no son aleatorios, sino que han sido diseñados por Dios con un propósito específico que él conoce en su sola potestad; como dice en Hechos capítulo uno, verso 7. Y demás esta decir que Él está en pleno control de todo. Una vez que tengamos estas cosas en claro, comenzaremos a dejar de temer como lo hacemos.


Pero nuestro Dios es tan inmensamente sabio y nos conoce tan bien que ha dejado en su Palabra tantas promesas en las que nos podemos afirmar, pasajes a los que podemos acudir cuando nos sentimos temerosos y tristes por las situaciones que nos rodean.


Me gustaría poner un ejemplo, pero no sé si todos quienes me oyen recuerden esto que voy a decir a continuación. Cuando éramos pequeños, el lugar más seguro del mundo eran los brazos de nuestra mamá. No importa qué nos pasara, podíamos correr a sus brazos asustados por algo y aquel tierno cuidado nos hacía sentir que nada ni nadie nos podía tocar. Es eso mismo que desea nuestro Dios que sintamos por él, es decir, que cuando estemos con temor y miedo, a él sea a quien acudamos para sentirnos seguros. Aunque tristemente, algunas veces buscamos refugio en otros lugares y no en Dios.


Permítanme compartir unas pocas promesas y pasajes de las escrituras que nos reconfortan en tiempos difíciles como los que vivimos:


1. La primera y la más importante de todas es cuando Dios nos dice que ninguno de los que nos refugiamos en él seremos condenados. Dice su Palabra.


Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en él confían. Salmos 34.22

2. Es un escudo para todos los que se refugian en Él. Escuche:


En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan. 2 Samuel 22.31

3. La semana pasada hablaba de que confiar en Dios es una bienaventuranza. Dice así la Biblia:


Bienaventurados todos los que en él confían. Salmos 2.12

4. Él nos libra en tiempos de angustia. Escuche:


Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos. Salmos 138.7–8

5. Estamos siempre bajo su mirada protectora. Nos dice su Palabra:


Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. Salmos 34.15

6. Nuestro maravilloso Dios es una fortaleza en tiempo de angustia. Nos dice su Palabra:


Bueno es el Señor, una fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en Él se refugian. Nahúm 1.7

Existen muchos otros pasajes que podría mencionar. Pero lo más hermoso de todo esto es que nosotros no nos ganamos nada, es más, ni siquiera los merecemos, pero Él en su bondad infinita nos los da gratuitamente.


Mis hermanos, no sé si usted quizás lo haya pensado, pero todo lo que Dios nos da no lo hace por obligación o simplemente deba hacerlo por habernos hecho sus hijos, no, sino que él se complace en darnos todas estas cosas. Escuche:


No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Lucas 12.32

Cuando reconocemos que somos débiles y necesitados de su protección, es recién ahí que podemos gozar de aquel abrazo protector de nuestro Dios. Aunque lamentablemente tantas veces nosotros nos creemos autosuficientes y dejamos esta dependencia de lado. Es por eso que el Señor Jesús nos dijo:


De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18.3

Como muchos sabrán, el Nuevo Testamento se escribió casi completamente en griego llamado koiné. Y en el original griego, la palabra usada por el Señor para niño es paidon, que significa un recién nacido, un niño de pecho. Ahora ¿qué quiso decir el Señor con esto? Que nosotros debemos ser completamente dependientes de Él para todo, tal como lo es un bebé recién nacido con su madre.


Dios quiere que nos demos cuenta que no podemos hacer nada sin él. Es por eso que dijo: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15.5).


Cuando comenzamos a vivir de esta forma es que el temor que había en nosotros se va, porque ya no vivimos nosotros mismos -como decía Pablo- sino que vive Cristo en mí (esto está en Gálatas capítulo 2 verso 2) y como Dios es amor, el amor echa fuera el temor, así nos dice el apóstol Juan en su primera carta en el capítulo 4 verso 18.


Así que hermanos, creamos estas palabras de Dios que nos dice:


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41.10

Que el Señor les bendiga.



Para descargar la transcripción como PDF, haga click en el link de abajo



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