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EN CONTRA LA AUTORIDAD



María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa. (Números 12.1, 9-10)

Aaron y María murmuraron contra Moisés y Dios ejecutó su castigo. Hermano(a), ¿has murmurado contra el pastor, los ancianos o los diáconos de tu congregación o de alguna otra? ¿Sabes que las autoridades las pone Dios?

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. (Romanos 13.1-2)

Así que, si murmuramos contra los encargados de la congregación, murmuramos contra Dios mismo, ya que estamos criticando su decisión. Y Dios nos manda a tratar a los ancianos de la congregación como a padres:

No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza. (1 Timoteo 5.1-2)

Y si los debemos tratar como a padres, es decir con respeto, Dios nos ordena a honrar a nuestros padres:

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. (Efesios 6.1-3)

Además, Dios nos ordena que no debemos murmurar contra nuestros hermanos:

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. (Santiago 4.11)

Así que hermanos, procuremos no hablar en contra de los líderes en la congregación, sino más bien oremos por ellos para que el Señor les bendiga y les guíe en su actuar. Y si vemos algo que no nos gusta en ellos, oremos primero a Dios para que actúe en sus vidas y también, hablémosles como a padres, con amor y respeto.


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