Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1)
El ser humano recibió del Creado una inteligencia que le permite realizar las maravillas que causan nuestra admiración. Sin embargo, y a pesar de toda aquella sabiduría, no somos capaces de reparar una tela de araña que, por ejemplo, hemos roto con la escoba, ni tampoco podemos devolverle el ala dañada a una mariposa que accidentalmente golpeamos. Y del mismo modo, no podemos –lo cual es mucho más trascendental– borrar los dolores del pasado, las heridas que le hemos causado a quienes nos rodean. Tampoco podemos volver a revivir un mal día con el fin de cambiar lo que hicimos mal. Asimismo, no podemos borrar aunque sea uno de los pecados que hemos cometido, pues dice Dios:
Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor. (Jeremías 2:22)
Existen muchas cosas que nos son posibles, y muchísimas otras que nos son imposibles. No obstante, lo que nadie ha podido conseguir, Dios sí lo ha hecho. Bien dijo el Señor: «Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible» (Mateo 19:26). Solo Dios puede limpiar nuestro pecado y lavarnos de nuestra maldad. Bien dice su Palabra: «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados» (Isaías 43:25).
Dios nos ofrece el privilegio de empezar una nueva vida, ya que no tiene más en cuenta nuestros pecados, sino que los olvida; y menudo en su gracia, borra algunas consecuencias. Su Palabra nos dice: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios» (2 Corintios 5:17–18).
¿Quiere un nuevo comienzo? ¿Una vida nueva? Acérquese a Cristo, reconozca su pecado, arrepiéntase y pídale perdón a Dios, «el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).