El verdadero liderazgo en el reino de Dios
- 31 ene
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Versión en video: https://youtu.be/Knvact_d7vk
Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:25–28)
En este pasaje, nuestro Señor Jesús nos muestra una enseñanza radical sobre el liderazgo y la grandeza en el Reino de Dios, radical a los ojos del mundo, claro. Es normal que el mundo asocie el liderazgo con poder, autoridad y prestigio. No obstante, el Señor Jesús lo “redefine” completamente: el verdadero líder es aquel que sirve a los demás, poniéndose Él como ejemplo, al decir: “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Claro, los discípulos, estaban influenciados por la mentalidad del mundo, ya que estaban preocupados por quién ocuparía los lugares de honor en el reino, asimismo, antes de que el Señor se fuera, ya estaban discutiendo entre ellos quién sería el mayor (Lucas 22:24). Pero Cristo los confronta con una verdad profunda: la grandeza no se mide por la posición, la influencia o el poder que se pueda ejercer sobre otros, sino por la humildad y el servicio a los demás.
Como ya dije, nuestro Señor Jesús mismo es el mayor ejemplo de esta enseñanza. Porque siendo el Hijo de Dios, no vino para ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por nosotros (Mateo 20:28). Por tanto, su humildad y entrega deben ser el modelo para nuestra vida diaria.
La pregunta crucial aquí es: ¿somos grandes en el reino de los cielos? Es decir, somos de los que sirven a nuestros hermanos o, ¿somos de los que son servidos por otros? Si buscamos que otros nos sirvan, o si anhelamos dominar sobre otros, entonces no nos parecemos en nada a nuestro Señor. Si queremos honrar a nuestro Dios, debemos ser fieles imitadores de nuestro salvador (Efesios 5:1).
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