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  • Foto del escritorAlexis Sazo

El velo rasgado



Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne. (Hebreos 10:19–20)


Era un día triste y sombrío en las afueras de Jerusalén. En una colina fuera de los muros de la ciudad, un hombre que había atraído multitudes de seguidores fervientes durante los últimos tres años ahora colgaba abandonado sobre una cruz de madera como parte de un castigo que no merecía. Muchos lloraban y se lamentaban a la distancia. Incluso la luz del sol dejó de brillar entre las 12 y las 15 hrs. Y el intenso sufrimiento de aquel hombre terminó cuando clamó en voz alta: «Consumado es» (Mateo 27:50; Juan 19:30). En ese mismo instante, otro ruido resonó desde el templo:


Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. (Mateo 27:51–53)


De manera milagrosa y sin intervención humana, el enorme y grueso velo que separaba el lugar santo del templo del lugar santísimo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al lugar santísimo, es decir, la presencia directa de Dios, solo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año (Hebreos 9:7). Aquel episodio simbolizó la realidad de la cruz: ¡un nuevo camino a Dios se había abierto! Jesús, el Hijo de Dios que puso voluntariamente su vida en la cruz del Calvario, había derramado su sangre como el último sacrificio; el verdadero y suficiente para satisfacer la justicia de Dios.


Este sacrificio «hecho una vez y para siempre» (Hebreos 10:12), permite que todos los creen en Él sean perdonados y tengan comunión con Dios:


Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)


En medio de la oscuridad de aquel primer Viernes Santo, recibimos la mejor noticia: Jesús nos abrió el camino para ser salvos del pecado y tener comunión con Dios para siempre. No desprecie aquel regalo, venga a Cristo en el día de hoy y podrá ser salvo.


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