El valor de un alma
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Versión en video: https://youtu.be/UvkxPaMbP6Y
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mateo 16:26)
Desde el principio, Dios nos creó a su imagen y semejanza, otorgándonos un valor que no depende de lo que poseemos o logramos, sino de quién nos formó. Cada ser humano refleja algo del Creador: la capacidad de amar, razonar, crear y elegir. Esta dignidad intrÃnseca ya nos hace infinitamente valiosos ante sus ojos.
Pero el valor de un alma alcanzó una dimensión insondable cuando el Señor Jesús se entregó voluntariamente en la cruz. Su sangre derramada no solo confirmó cuánto valemos, sino que elevó ese valor a lo infinito: el Hijo de Dios murió para rescatarnos del pecado y darnos vida eterna. ¿Cómo medir algo que costó la vida del propio Autor de la vida? Es imposible calcularlo.
Conscientes de esto, entendemos mejor el mandato que nos dio el Señor Jesús: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Cada persona que encontramos tiene un valor eterno; su destino importa tanto que el cielo mismo se movió para abrirle el camino de la salvación. Como hijos de Dios, no podemos permanecer indiferentes. Amar a las almas y compartir el evangelio no es una opción; es la respuesta natural de quienes conocen lo que costó su redención.
Que el Señor nos despierte a esta realidad: cada alma que vemos es más preciosa que todo el oro del mundo. Que nuestro amor por ellas se traduzca en orar, predicar, y testificar con nuestras vidas, para que más personas conozcan el incomparable amor del salvador.