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El valor dado por Dios



Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios. (Génesis 1:27-28)

¿Tiene el hombre una condición natural que lo distingue de los demás seres vivos? Sí, una que fue dada por el mismo Dios. Algunos ven en su inteligencia una facultad superior, otros evocan su posibilidad de comunicarse mediante un lenguaje complejo, otros destacan sus aptitudes artísticas. Mientras que la Biblia nos presenta al ser humano como la más noble de las criaturas, ¿por qué? Porque el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios mismo. Por lo tanto, podemos decir que el ser humano, desde el momento de su creación, es poseedor de una condición diferente al resto de la creación.

Pero desde su desobediencia, tas comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, el hombre perdió la comunión con su Creador debido al pecado, ya que bien dice Isaías 59:2 «pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír». Quedando perdido, sin saber cuál es su propósito aquí en la tierra. Más encima, privado de la presencia de Dios y de la comunicación con él, siente un profundo vacío que trata de llenar con todo tipo de cosas efímeras. Sin embargo, solo Dios puede llenar ese vacío en el corazón de los seres humanos.

Pero ¿dejó Dios a su criatura en esta situación de perdición? No, sino que le amó y proveyó de un medio para salvarlo, porque bien dice su Palabra: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). El que acepta esta gracia y se arrepiente de sus pecados, de Dios le da la vida eterna. Y gracias a esta nueva vida le permite volver a tener una relación íntima con Dios, dándole un sentido a su vida y restituyendo lo que el pecado dañó. Además, lo hace parte de su familia, como bien dice: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3:1). Desde entonces el creyente recibe una nueva naturaleza, y Jesucristo ya no solo es su salvador, sino que pasa a ser también su Señor y su modelo a seguir. De esta forma queda restaurada la condición que Dios le dio al hombre cuando lo creó.


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