Fuente: La Buena Semilla
Bienaventurado el varón… que en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas. (Salmo 1:1-3)
Este es el más largo de todos los salmos; posee 176 versículos repartidos en 22 secciones. En el texto original hebreo, los 8 versículos de cada sección comienzan con la misma letra y cada sección sigue con otra letra, y esto en el orden alfabético. Un solo tema inspira todo este salmo: el elogio a la Palabra de Dios. He aquí algunos ejemplos, seguidos por las palabras que Jesús evocó en diferentes circunstancias, siendo él mismo la Palabra de Dios (Juan 1:14):
«Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, porque con ellos me has vivificado» (v. 93). La Palabra de Dios da la vida y la estimula. Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6).
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca» (v. 103). Ella es nuestro alimento espiritual, está llena de dulzura. «Yo soy el pan de vida» (Juan 6:35).
«Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (v. 105). Ella es nuestra guía, nuestra luz. «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8:12).
«¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra» (v. 9). Ella nos purifica. «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:17).
«Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos» (v. 162). Ella es nuestro gozo. «Que mi gozo esté en vosotros» (Juan 15:11).
«¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (v. 97, 127). Ella nos atrae y nosotros la amamos. «El que me ama, mi palabra guardará» (Juan 14:23).
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