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El poder de su resurrección

  • 20 abr
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/2G-VDzcioUo


Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. (1 Corintios 15:20)


La tumba vacía del Señor lo cambió todo. Cristo no solo murió por nuestros pecados, sino que resucitó con poder, venciendo al pecado, al infierno, a la muerte, así como al que tenía el imperio de la muerte. Sin su resurrección, nuestra fe sería en vano, tal como lo dice Pablo en Corintios. Sin embargo, porque Él vive, tenemos esperanza firme, victoria segura y una promesa eterna.


¿Qué significa que Jesucristo haya resucitado? Significa que Dios aceptó el sacrificio del Señor. Si bien la cruz fue el pago, pero la resurrección, fue el recibo. Esto es, porque al resucitar, Cristo confirmó que la deuda del pecado fue saldada por completo. No quedó nada pendiente. Su victoria es total.


Asimismo, significa que la muerte no tiene la última palabra. El cuerpo del Señor Jesús fue sepultado, pero no permaneció allí. Al resucitar, abrió el camino a la vida eterna. Su resurrección es la garantía de que aquellos que estamos en Él también resucitaremos un día. Como dice la Escritura, nuestro Señor es la “primicia”, es decir, el primero de muchos. Y, por tanto, su victoria es y será nuestra victoria.


También significa que Cristo vive hoy. Esto implica que nosotros no seguimos a un líder muerto, ni veneramos una figura del pasado. Seguimos a un Señor resucitado, glorificado y reinante. El Señor Jesús está vivo, intercede por nosotros, nos fortalece, nos guía y vendrá otra vez a buscarnos para llevarnos consigo.


Finalmente, significa que nuestra vida aquí y ahora tiene poder. Me explico, la misma fuerza con la que Dios levantó a Jesucristo de entre los muertos está obrando hoy en los creyentes. Vivimos en novedad de vida, ya no como esclavos del pecado, sino como hijos libres. Por estas razones, la resurrección de Cristo nos da propósito, fuerza y valentía para caminar cada día con fe, teniendo una esperanza segura, sabiendo que nuestra fe jamás será defraudada.

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