Se acercó Pedro al Señor y le dijo: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí hasta siete? Y Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún setenta veces siete. (Mateo 18.21-22)
¿Qué es el perdón? El mismo Señor Jesús explicó que el perdón es como la cancelación de una deuda (Mateo 18.23-34). Ya que cuando hacemos esto, la cuenta queda saldada y nunca más debemos volver a cancelarla. Tal como hizo el Señor Jesús en la cruz:
Él anuló el acta que había contra nosotros, que por sus decretos nos era contraria, y la ha quitado de en medio al clavarla en su cruz. (Colosenses 2.14 RVA)
Por tanto, si pecamos contra el prójimo, debemos pedirle perdón, tras haberle pedido perdón a Dios Padre en el nombre del Señor Jesús (1 Juan 2.1). Sin embargo, si esta persona no nos perdona, ella tendrá que dar cuenta a Dios (Marcos 11.25). Por otro lado, si nos perdona, él o ella quedará en paz con su alma, porque no tendrá estorbo de presentarse ante Dios en sus oraciones y ser perdonado (Mateo 6.14); y el que ofendió, tendrá paz en su alma, porque el ofendido, no volverá a sacar su pecado a la luz. Ya que el ofendido debe olvidar, perdonando de la manera que Cristo nos perdonó (Colosenses 3.13):
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. (Isaías 43.25)
Entonces, nosotros como sus imitadores (Efesios 5.1) debemos hacer como Dios, pues bien nos enseña su Palabra diciendo:
No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. (Isaías 43.18)
Por ende, debemos tener muy en cuenta que si hemos perdonado a alguien, nunca más debiéramos sentirnos ofendidos.
Ahora, si hemos pecado contra alguien y pasa el tiempo, tengamos por seguro, que en algún momento se nos cobrará la cuenta y será en el momento menos esperado. Por eso es necesario que la cuenta quede saldada lo antes posible, para así vivir en una perfecta armonía.
Hermanos, es muy necesario que recordemos que debemos ir primeramente a Dios y luego a quien hemos ofendido para que así la cuenta quede saldada y podamos sentirnos gozosos de experimentar el perdón. Pero no olvidemos que para poder ser perdonados tenemos que pedir perdón con un corazón contrito y humillado. Pues es muy saludable sentir ese perdón completo; y nosotros como creyentes podemos otorgarlo porque lo conocemos desde el día que nos convertimos a Dios. Además, cuando perdonamos honramos a nuestro Salvador, pues obedecemos lo que él nos enseñó cuando dijo:
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (Mateo 6.12)
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