Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. (2 Pedro 2:21)
Cuando la iglesia de Corinto empezó, lo hizo muy bien. Esto lo podemos notar en la primera carta que el apóstol Pablo les escribió, en la cual expresa su gratitud por la evidencia de la gracia de Dios entre ellos. En sus primeros días, los cristianos de Corinto habían ejercido sus dones espirituales en armonía y habían probado la autenticidad de su fe.
Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. (1 Corintios 11:2)
Sin embargo, en esta carta, Pablo también les escribió palabras muy severas porque, por ejemplo, se estaban peleando y compitiendo entre sí en lugar de tener un mismo sentir y un espíritu de cooperación. Los reprendió por tener una actitud de tolerancia hacia la inmoralidad sexual y egocentrismo tal que se estaban poniendo demandas legales unos con otros ante jueces seculares. Y en vez de avanzar espiritualmente muchos de los miembros de aquella iglesia estaban volviendo atrás. Bien les dijo:
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía. (1 Corintios 3:1–2)
Aunque lo cierto es que la tendencia a la decadencia espiritual no está limitada a la iglesia primitiva. Ha sucedido una y otra vez en el transcurso de los siglos, y ha sido evidente, sobre todo, cuando los cristianos han prosperado y han disfrutado de la libertad de la persecución. Este es un peligro del que todos debemos ser conscientes. Bien les dijo el apóstol a estos hermanos: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12).
Pero lo hermoso de todo esto, es que el Señor Jesús nos dio el antídoto perfecto para este desorden. Él dijo: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras…» (Apocalipsis 2:5). Esta receta evitará la regresión espiritual que nos hace tanto daño a nosotros individualmente y a nuestras iglesias. El constante arrepentimiento, el cual es contrario a la soberbia y falta de humildad; y asimismo, las primeras obras, las cuales «fueron preparadas de antemano por Dios para que anduviésemos en ellas» (Efesios 3:10).
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