El peligro de ser ateo
- 2 feb 2022
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Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones. Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, aun el que no puede conservar la vida a su propia alma. (Salmos 22:28–29)
«Al ateo le parece muy natural estar colocado en una bola de fuego recubierta por una fina capa de barro seco, que gira sobre sí misma a una velocidad supersónica y alrededor de una especie de bomba de hidrógeno rodeada de miles de millones de "farolitos" de origen enigmático y destino desconocido». Así se expresaba un conocido periodista francés.
En efecto, son numerosos los que, demasiado ocupados en los asuntos de esta vida, no se toman el tiempo para reflexionar realmente sobre su origen, ni para pensar en la eternidad, y menos aún para preguntarse sobre el profundo sentido de su existencia. Por ello, se puede decir con seguridad, que muchos de ellos no son ateos por convicción, sino por falta de reflexión.
Sin embargo, las Escrituras dicen claramente: «porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:19–20). No reconocer la huella indeleble de Dios en su creación es falta de sabiduría, ya que así lo declara Dios en su Palabra: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios» (Salmos 14:1).
No importa qué excusa use el ser humano para no reconocer que hay un Dios en los cielos, pero haga lo que haga, planee lo que planee y crea lo que quiera creer, la Biblia nos deja muy en claro dos cosas: Que todos hemos de morir una vez (Hebreos 9:27); y que todos hemos de comparecer ante Dios, quien es el juez de toda la tierra (Génesis 18:25). ¡Nadie escapará de ello! Y en el día de este encuentro cara a cara con Dios, no habrá argumento alguno que se pueda mantener en pie delante de Él. Haga caso del llamado de Dios que le dice hoy:
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55:6–7)
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