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EL PELIGRO DE NO RECONOCER LA CONDICIÓN PASADA




Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Efesios 2:1–3 RVR60)


El apóstol comienza el verso tres con un: «entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo»; y termina con un «lo mismo que los demás». Básicamente, todos quedamos metidos bajo este paraguas.


Sin embargo, existe un peligro, que con el pasar de los años caminando en el camino angosto, olvidemos de dónde nos sacó el Señor Jesús. Digo esto, porque conozco casos cercanos de hermanos en la fe que su, llamémoslo «fariseísmo», invadió completamente sus corazones. Y ya sea, consciente o inconscientemente, estos hermanos se sienten superiores o mejores que los inconversos.


Hermanos, ninguno de nosotros está libre de caer en esto, por eso es muy necesario que diariamente examinamos nuestros corazones a la luz de las escrituras, mirándonos en el espejo santidad y perfección de nuestro Señor Jesús. De no hacerlo, corremos el peligro de terminar como esta parábola que relató el Señor en Lucas 18:9–14.


Al leer lo que dice el Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, en los versículos del 1–3 de Efesios 2; siempre debe estar patente en nuestras mentes y corazones que somos malos y que Dios nos sacó de la podredumbre misma. Jamás podemos confiarnos, ni por un segundo, por el solo hecho de ser salvos, porque como dice en Jeremías 17:9, nuestro corazón es engañoso más que cualquier cosa y perverso. Las palabras que dijo Dios a través de David en el salmo 51:5: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre; siempre deben resonar dentro nuestro.


Hermanos, es importante que cada uno de nosotros ore al Señor de esta manera diariamente: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmos 139:23–24). Agregando este otro versículo del salmo 51.10: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Y asimismo, del salmo 19 versículo 12 que dice: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.


Solo Dios conoce nuestros corazones (Jeremías 17:9–10) y sabe que son la fuente del mal que nos contamina (Marcos 7:21–23). De ahí la advertencia de este mismo apóstol Pablo cuando dijo: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10:12).


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