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El mundo siempre será mundo



¿Puede el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así vosotros, ¿podréis hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal? (Jeremías 13.23 LBLA)


El versículo de arriba, forma parte de una porción que comienza en el versículo 12 del capítulo 13 de Jeremías, en el cual Dios está advirtiendo -a través de Jeremías- a los habitantes de Jerusalén de como los castigaría si no se volvían de sus malos caminos; dándoles a entender que la maldad era parte de su naturaleza, una que no podía ser cambiada.


En lo personal, me llama mucho la atención cuando los cristianos nos impresionamos o nos enfadamos cuando el mundo actúa como lo que es. ¿Acaso nos espantamos cuando vemos que un león se come una cebra? No, porque esa es su naturaleza. Es que pareciera que pensamos que el mundo es de Cristo y que deben hacer lo que Dios dice, cuando ellos son enemigos de Él, según leemos en su Palabra:


¡Ay, gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Todo aquel que quiera ser amigo del mundo, se declara enemigo de Dios. (Santiago 4.4 RVC)


Entonces, por ejemplo, ¿por qué nos impresionamos cuando vemos que el mundo aprueba leyes malignas? No me malinterpreten, una cosa es que nos duela la maldad que vemos en el mundo, tal como le pasaba a Lot en Sodoma (2 Pedro 2.7), pero otra muy diferente es rasguemos vestiduras porque el mundo actúa como lo que es. Pareciera que no tenemos claro o que nos olvidamos que el mundo es un lugar controlado por el maligno (1 Juan 5.19), lleno de enemigos de Dios, porque antes de convertirnos, cada uno de nosotros era enemigo de Él.


Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (Romanos 5.10 RVR60)


El mundo nunca podrá actuar como si fueran hijos de Dios, porque no lo son, así que dejemos de esperar que ellos se comporten como cristianos, si abiertamente le rechazan, especialmente en estos días.


Hermanos, si el mundo aprueba leyes malignas, leyes que van en contra de los designios de Dios, tales como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación sexual en niños pequeos, etc. que esto no nos impresione, porque sencillamente el mundo está actuando como lo que es. Y vuelvo a reiterar, una cosa muy distinta es que nos duela ver la maldad del mundo, dolor que debemos dejar a los pies de Cristo, pues es una pesada carga (Salmos 55.22; Mateo 11.28). Pero debemos recordar que conforme a lo dicho por el Señor, en los últimos tiempos, la maldad del mundo aumentaría mucho (Mateo 24.12). Y algo muy importante, si estas cosas están pasando, es porque Dios lo está permitiendo, pues bien dice su Palabra:


¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? (Lamentaciones 3:37–38 RVR60)


Por lo tanto, no debemos luchar contra eso, ni tampoco pedir que los políticos aboguen por estas causas; sino que debemos seguir predicando el evangelio y rogando para que Él salve más almas, porque solo Jesús puede cambiar la naturaleza de las personas del mundo.


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