Alexis Sazo
El lugar que nos corresponde

¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su dimensión es más extensa que la tierra,
y más ancha que el mar. (Job 11.7–9 RVR60)
Un predicador, después de leer un pasaje corto en las Escrituras, cerró su Biblia y dijo: «Esta mañana pretendo explicar lo inexplicable, averiguar lo indefinible, ponderar lo imponderable y sondear lo insondable». Lo cierto es que esa fue una declaración bastante atrevida. ¿Podemos los seres humanos conocer todas las cosas? Dice su Palabra:
Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley. (Deuteronomio 29:29)
Lo cierto es que debemos aprender a ocupar el lugar que como criaturas merecemos, pues hay cosas que son exclusivas de Dios. Como por ejemplo el futuro. Uno de mis versículos favoritos es esta respuesta del Señor a los apóstoles:
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad (Hechos 1.6–7 RVR60)
Acá, el mismo Dios encarnado nos dice que el futuro, con todo lo que ello implica, le pertenecen a Dios Padre; y en lo que a nosotros respecta, no nos incumbe, porque la misión de nosotros es clara: «Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16.15 RVR60).
Nosotros, los creyentes, no podemos decir como aquel predicador, con tanta audacia –o porqué no decirlo, soberbia– que descubriremos todos los misterios, especialmente los divinos, haciéndonos iguales a Él. Aunque, de hecho, es lo que el ser humano ha estado tratando de hacer desde hace muchísimo tiempo. Nosotros como creyentes no debemos seguir esos ejemplos, sino que debemos aprender a ocupar el lugar que nos corresponde como criaturas hechas del polvo de la tierra.
Si realmente queremos que Dios nos revele algo que desconocemos, nuestra oración debería ser utilizando las Palabras que Dios nos enseña en las Escrituras:
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33.3 RVR60)
Vuelvo a decir, aprendamos a ocupar el lugar que nos corresponde delante de Dios y sigamos el ejemplo de humildad de nuestro Señor Jesús, el cual siendo Dios mismo, se sujeta a su Padre en lo que eventos futuros se refiere (ver Marcos 13.32).