Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:24–25 RVR60)
La gente se mantiene alejada de la iglesia por muchas razones. Tal vez porque no hay un buen clima, porque está ocupada con otras cosas como el trabajo, estudios o la familia, e incluso porque no le gusta el orador que expondrá la Palabra de Dios.
Es especialmente triste cuando las personas no van a la iglesia porque están perturbadas o afligidas. Cuando hay dolor en sus corazones, necesitan estar en comunión con el pueblo de Dios. Por ejemplo, si han recibido noticias devastadoras sobre su salud, sus finanzas, o algún miembro de su familia, ¿qué mejor lugar para ir?
Un día viernes, la esposa de un pastor estaba embarazada y fue a una cita con su médico para hacerse una ecografía. De pronto, quien estaba haciéndole el examen guardó silencio y llamó al médico, el cual confirmó sus sospechas: el bebé estaba muerto. Al día siguiente la operaron para sacar el cuerpo de su bebé sin vida.
Y aunque el día domingo se sentía lo suficientemente bien como para ir a la iglesia, aun así se cuestionaba si ir a la iglesia o quedarse en casa. Más tarde escribió: «Al final decidí ir. No sé cómo, pero en medio de los himnos amados y los coritos conocidos, me invadió una sensación de paz. Sí, estaba en el lugar correcto. Celebramos la cena del Señor y yo sentí la presencia de Dios plenamente. Mi alma se ancló en el refugio del santuario de Dios».
La iglesia es el lugar correcto donde ir. Tal como lo expresaba el salmista:
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna. (Salmos 133:1–3 RVR60)
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