El llamado de Dios para todos
- 15 ene
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Versión en video: https://youtu.be/NfbE4f2SEQY
Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. (Hechos 10:5–6)
En el capítulo 10 del libro de los Hechos, encontramos la historia de Cornelio, un centurión romano que vivía en Cesarea. Cornelio no era judío, pero tenía un corazón dispuesto. Era un hombre piadoso, temeroso de Dios, que oraba continuamente y ayudaba a los necesitados. A pesar de no formar parte del pueblo de Israel, Dios vio su corazón y decidió revelarse a él de una manera poderosa.
Cornelio no tenía el trasfondo religioso de los judíos ni su acceso directo a las promesas del pacto, pero Dios no se limita por nuestras etiquetas humanas, pues Él no hace acepción de personas. Es más, Dios no llama a las personas según su origen, su posición social o sus errores pasados. Además, Cornelio no fue escogido por ser perfecto, sino porque tenía una disposición sincera de buscar a Dios.
Cuando Pedro predicó en casa de Cornelio, proclamó el evangelio: Jesús es el Salvador de todos, y en Él hay perdón de pecados y vida eterna. El Espíritu Santo descendió sobre los que escuchaban, confirmando que el mensaje del evangelio no era solo para los judíos, sino también para los gentiles. Esto nos recuerda que el llamado de Dios no tiene fronteras. Él nos invita a todos, sin importar nuestras circunstancias o nuestro pasado. El Señor Jesús murió por cada persona en el mundo, y en Él encontramos un propósito y un nuevo comienzo.
Mis hermanos, quizás podamos sentir que nuestro pasado, nuestras circunstancias o nuestro origen nos descalifican para ser usado por Dios. No obstante, la historia de Cornelio nos muestra que Dios solo necesita corazones dispuestos. Nunca olvidemos que Él llama a todos, no porque seamos perfectos, sino porque Él es perfecto, además tiene el poder para transformarnos a la imagen de su Hijo Jesucristo. Entonces, ¿qué excusa nos está deteniendo?
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