Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. (Romanos 1.22–23 LBLA)
A veces me desconcierta la vista tan corta que tiene la gente inteligente del mundo. Por ejemplo, un renombrado psicólogo norteamericano, John B. Watson (1878-1958) publicó unas teorías acerca de la naturaleza humana que generaron una gran excitación en los círculos académicos. Watson decía que podemos controlar la conducta de una persona y hacer que actúe de la manera que deseamos. Claro, este personaje ignora que la conducta humana está dictada por el pecado que mora dentro nuestro y no hay manera de cambiarlo, pues bien dicen las escrituras: ¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? (Jeremías 13.23). Es más, el pecado no solo nos domina, sino que es un tirano amo que nos esclaviza: Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado (Juan 8.34).
Este personaje, además, se burlaba de la enseñanza bíblica de que fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro creador. Y más encima decía que los humanos somos como los animales y que podemos ser manipulados como una marioneta. Era tanta su arrogancia, que llegó a escribir en uno de sus libros: «Tal vez este libro sea el más importante que se haya escrito. por un momento uno se queda deslumbrado y con una gran esperanza». La pregunta es, ¿dónde están sus teorías? ¿Dónde quedó su arrogancia? ¿Acaso no se fueron con él a la tumba?
El ser humano arrogante puede batallar todo lo que quiera contra Dios y su Palabra, pero es claro que Dios es inamovible:
Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. (Salmos 102.26–27 RVR60)
Me pregunto, ¿dónde están todos aquellos que se opusieron a Dios, que hablaron en su contra y que trataron de desacreditarlo a Él y a su Palabra? Todos ellos están en sus tumbas, sus cuerpos se hicieron polvo, sus ideas quedaron olvidadas en algún anaquel de la biblioteca de una renombrada universidad.
Mas el hombre morirá, y será cortado; perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca, así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño. (Job 14.10–12 RVR60)
Por eso, hermanos, nuestra confianza debe estar puesta únicamente en nuestro Dios. Han existido muchísimas personas brillantes, llenas de inteligencia y conocimiento; sin embargo, solo uno es la fuente de toda sabiduría e inteligencia y ese es nuestro Dios (Job 12.13), y únicamente Él perdurará por siempre, así como su santo libro, el libro de la esperanza.
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