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El gozo de ser perdonados

  • 27 jun 2023
  • 2 Min. de lectura



Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. (Salmo 32:1–2)


Si el Salmo 1 evoca la felicidad que el creyente encuentra en la Palabra de Dios, el Salmo 32 habla de otro gozo, el del perdón. Sin duda todos nosotros hemos experimentado, un día u otro, la tristeza y el peso debido a nuestras faltas. Esta fue la experiencia de David, ya que durante un tiempo cerró los ojos a su pecado, muy al estilo de la mujer adúltera que encontramos en Proverbios 30:20, que dice «El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y limpia su boca y dice: No he hecho maldad». No obstante, fue reprendido por Dios a través del profeta Natán, fue tras lo cual que David confesó su pecado y dijo: «Pequé contra Jehová» (2 Samuel 12:13). Tras confesar su pecado y pedir perdón a Dios, este lo perdonó, y su liberación fue completa, puesto que se supo perdonado. Su alivio se reflejó en un verdadero gozo, pues dijo: «Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmo 32:5).

Mis hermanos, mientras ocultamos nuestras faltas, impedimos a Dios cubrirlas con su perdón. Mas si pronto las confesamos, Él nos perdonará. Con respecto al perdón, un anciano dijo: «La palabra no está aún en los labios, y ya la herida es sanada en el corazón». Sin embargo, hacer esto es a menudo difícil, me refiero a reconocer nuestras faltas delante de Dios. Pero si no confiamos en su bondad y en su misericordia, nunca podremos experimentar el gozo de ser perdonados.


Dios ilumina nuestras vidas, sacando a la luz lo que tratamos de disimular y esconder a los demás; pues esto está en conformidad con lo que dijo el Señor: «porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse» (Mateo 10:26). Pero su luz divina no es una inquisición, porque Dios no arranca las confesiones, sino que su amor nos ilumina con su cálida luz, mostrándonos que Él está ahí, diciéndonos claramente que conoce toda nuestra vida, y a pesar de ello, está presto a perdonarnos si reconocemos nuestras faltas.


Sí, gozoso, bendecido y feliz, es aquel a quien Dios perdona todas sus faltas. Entonces, ¿qué esperamos para ir a Dios buscando el gozo que nos da su perfecto perdón?


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