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  • Foto del escritorAlexis Sazo

El día del nuevo pacto



Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17)


Cuando tenemos el primer encuentro con el Señor, recibimos la vida nueva de origen divino y, desde entonces, todo se vuelve nuevo. Asimismo, el domingo en que Cristo resucitó marcó el comienzo de un periodo completamente nuevo.


El año en que el Señor Jesús dio su vida, conforme leemos en los evangelios, aquella Pascua fue en víspera del sábado (lo que tenía lugar aproximadamente cada siete años). Contrariamente a lo que hubieran deseado, los jefes religiosos, se vieron obligados a conducir al Señor el mismo día de su fiesta, es decir, el viernes (Mateo 26:2-5). Y fue así como Cristo, el Cordero de Dios, nuestra Pascua, fue sacrificado ese día (1 Corintios 5:7). Esta fue la razón por la cual aquellos jefes religiosos se abstuvieron de acompañar al Señor Jesús hasta el pretorio, ante el gobernador romano, a fin de poder comer su Pascua sin contaminarse (Juan 18:28).


No obstante, la voluntad de Dios era que el Señor pusiera su vida en aquel día viernes y no otro día, y que resucitara el domingo, primer día de la semana. Y qué interesante es pensar en que nuestro Señor estuvo en la tumba durante el sabbat, lo cual resultó ser el término del periodo de la Ley. Pues al derramar su sangre, la del nuevo pacto (Lucas 22:20), dio por terminado aquel antiguo pacto, tal como dice en Hebreos: «Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer» (Hebreos 8:13).


Aquel primer día de la semana, cuando la tumba quedó vacía, comenzó algo nuevo: el periodo de la gracia del que hoy somos partícipes. Por esta razón, hermanos, ¡demos gloria a nuestro Señor por su sacrificio perfecto! ¡Glorifiquemos al Cordero que nos compró con su sangre y nos hizo partícipes de este nuevo pacto! Sellar este pacto significó que Dios mismo puso su vida por nosotros. Vayamos a adorar al Señor en este día, el primero de la semana, pues Él es digno de toda nuestra adoración.




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