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El dolor por los perdidos



Todos aquellos que les hemos predicado a nuestros seres queridos hemos experimentado el dolor por aquellos que se niegan a recibir el regalo de la Salvación. Este dolor es especialmente intenso entre los que abiertamente rechazan al Señor y nos piden que no les volvamos a predicar nunca más. A veces pareciera como si el mismo Satanás se estuviera riendo en nuestra cara, a través de estas personas, al demostrarnos cómo hace y deshace con esas almas.


Sin embargo, este dolor no debe detenernos, ni tampoco desanimarnos, sino que debe motivarnos aún más, esto debe llevarnos a doblar más nuestras rodillas, porque tal como dice su Palabra:


Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. (Hebreos 13.16)

La predicación del divino evangelio, debe ser una prioridad en nuestras vidas. Una parte muy importante es la oración diaria por las almas perdidas. Cuando el Señor estuvo entre nosotros nos mostró la importancia de orar para que el evangelio sea predicado y de cómo debemos pedir por más obreros para que trabajen en la mies (Mateo 9.38 y Lucas 10.2). Él nos enseñó que tras rendir alabanzas al Padre, debíamos pedir para que su reino se acercara a la tierra:


Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6.10)

Esta debe ser una prioridad constante en nuestras vidas, pues los evangelistas nos dicen que cuando el Señor comenzó su ministerio en la región de Galilea, proclamaba que su reino se había acercado:


El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. (Marcos 1.15)

Así que hermanos, que no nos desanime la dureza del corazón de aquellos a quienes les predicamos, especialmente entre aquellos que amamos. Debemos seguir adelante, no obstante, si nos es una pesada carga ver los corazones duros de nuestros seres queridos, bien nos dice su Palabra:


Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan. (Salmos 55.22 NTV)

Pues la invitación de nuestro Señor aún sigue estando vigente:


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11.28)

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