Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. (Salmos 139:1–2)
La omnisciencia de Dios es un atributo que nos llena de asombro y reverencia. Él conoce absolutamente todo: no solo nuestras acciones visibles, sino también nuestros pensamientos, emociones y motivos más profundos, incluso más que nosotros mismos (Salmos 19:12). Desde antes de que una palabra salga de nuestra boca, Dios ya la sabe. Y no hay lugar donde podamos escondernos de su mirada ni aspecto de nuestra vida que quede fuera de su conocimiento.
Esto puede ser intimidante para el mundo, pues nos recuerda que nuestras fallas y pecados están siempre ante sus ojos. Sin embargo, también es una fuente de consuelo, porque Dios nos conoce completamente y, aun así, nos ama con un amor perfecto e inmutable. Su conocimiento de nuestras debilidades no disminuye su gracia hacia nosotros, al contrario, su omnisciencia asegura que su guía y provisión siempre serán exactamente lo que necesitamos.
Cuando enfrentamos incertidumbre o temor al futuro, podemos descansar en la certeza de que Dios no solo conoce el camino, sino que sabe la mejor ruta por donde guiarnos. Él ve el principio y el fin de todas las cosas y, en su sabiduría, nos dirige por sendas de justicia y paz. No importa cuán confuso o incierto sea nuestro presente, podemos confiar en que el Dios que todo lo sabe está obrando para nuestro bien.
Aunque no entendamos el porqué de ciertas situaciones, recordemos que Dios ya conoce el propósito detrás de cada evento en nuestras vidas. Así que, abramos nuestros corazones ante el Señor, sabiendo que Él ya conoce nuestras luchas y deseos más profundos. Porque para todo creyente, la omnisciencia de Dios no es para condenación, sino para mostrarnos cuánto nos ama y cuán cerca está de nosotros, a pesar de conocernos completamente.
Entonces, ¿cómo cambia nuestra perspectiva saber que Dios conoce cada detalle de nuestras vidas y aun así desea caminar con nosotros?
Comments